Esta semana que termina ha vuelto a demostrar que las cosas, donde van mal, son susceptibles de ir peor. La situación de Grecia está a punto del colapso. Eurostat, que tiene que revisar sus números porque no les salen a los funcionarios, y en España, lo de siempre, anuncios de subvenciones varias, para variar.
Resulta que las aerolíneas han amenazado a Bruselas con los tribunales por daños y perjuicios por el cierre de los aeropuertos durante la erupción del volcán innombrable. Bruselas, en vez de defender su decisión, ofrece acuerdo a cambio de subvenciones a las aerolíneas. Es decir, que acepta el error. Pasmoso.
En España, al sector del turismo se le hace la luz: ¡Oiga, si pactan con las aerolíneas, conmigo también!
Dicho y hecho. El ministro de Fomento asegura que les llegará la pasta, aunque nadie sabe de dónde. Preguntado el vicepresidente de Exceltur por estas nuevas subvenciones, una vez que el pasado verano Zapatero anunció una línea ICO especial de 700 millones de euros para el sector, responde que una cosa son créditos especiales que hay que devolver y otra subvenciones. Efectivamente, las subvenciones van camino de convertirse en regalos del contribuyente al por mayor. Hasta los concesionarios piden ahora que no tributen sus planes E, y con efectos retroactivos.
Pero lo más escandaloso de la semana ha sido la llamada de Sebastián, ministro de Industria, a los bancos para interesarse por el crédito de 20 millones de euros que necesita Marsans. Resulta que a ésta no le abren líneas de crédito los bancos, como a miles de empresas, pero por cosas de la vida, en este caso el ministro llama a los presidentes de los bancos para interesarse, y va y lo cuenta.
¿Y esto no es, como mínimo, tráfico de influencias? ¿ O es que el ministro tiene una oficina de atención al empresario para llamar a los bancos?
Y el ICO, ¿para qué sirve? Así estamos. Y sin despeinarnos.
Pilar G. de la Granja, directora de Internacional de Intereconomía Televisión.