Tras su quiebra bancaria en 2008, Islandia ha vivido una nueva erupción, la del volcán que ha tiznado de cenizas el espacio aéreo europeo, impidiendo el tránsito. Se presenta una fase crítica para algunos sectores. No sólo las aerolíneas han acusado el amargo efecto con caídas en bolsa y no pocas dosis de incertidumbre, al desvanecerse sus expectativas de remontar en 2010. En España, el impacto colateral se hace sentir en los viajes de negocios y el turismo, este último uno de los puntales del modelo económico y que vivió el pasado ejercicio su annus horribilis.
El suceso ha ocurrido en una temporada valle, entre Semana Santa y mayo, algo que ha minimizado las repercusiones negativas, pero que no impide encajar un importante azote aún no cuantificado a las agencias de viajes y los touroperadores. Los mayoristas y hoteleros tienen que asumir los costes de quienes se han quedado atrapados con paquete turístico, por lo que se abre una complicada casuística en función de los casos. Han de resolver problemas de cancelaciones, realojos y prolongaciones de estancia de viajeros cuyo regreso se ha cercenado. Se pone de manifiesto que la superestructura europea ha actuado tarde ante un problema cuya magnitud sólo se ha visto cuando ya le tapaba la sombra de su envergadura.
La conclusión ayer de la reunión de los ministros del ramo ha sido dividir el espacio aéreo en tres zonas según las posibilidades de volar o no. Un avance mínimo para tal situación, que se pudo adoptar en la primera jornada y que no resuelve los escollos que se avecinan. Y cuando la UE batalla contra los déficit, suenan tambores de ayudas estatales a las aerolíneas...