El pasado fin de semana se reunió en Madrid el Ecofin. Las decisiones que se han tomado por parte de los Ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea han sido, como casi siempre, mínimas. Básicamente han sido tres las cuestiones tratadas. En primer lugar, sobre el control previo de los presupuestos nacionales por parte de las autoridades comunitarias, con la finalidad de no perder soberanía, los estados miembros han decido que este acto sólo tendrá carácter informativo. Se ha perdido una buena oportunidad para avanzar en la integración europea, pues el control de los presupuestos nacionales redundaría en una mejora de la eficiencia de la política monetaria y, sobre todo, podría evitar situaciones como las actuales de Grecia y España, entre otros, con abultados déficit.
En segundo lugar, sobre la controvertida tasa bancaria, también lentos avances. En este caso creemos que es positivo por cuanto, en nuestra opinión, esa medida concreta no sería nada beneficiosa. Lo que se pretende con ese nuevo impuesto a las entidades financieras es crear un fondo de rescate que utilizar cuando se produzca una crisis como la actual. Es decir, se trata de una medida que, en lugar de intentar evitar las crisis, se centra en cómo financiar las pérdidas que las mismas provoquen. Su justificación radica en evitar que sean los ciudadanos los que finalmente paguen los platos rotos de unas actuaciones poco lícitas por parte de algunas entidades. Pero es que un nuevo impuesto a los bancos lo acabarán pagando los de siempre, los consumidores, ya sea a través de una menor rentabilidad en sus depósitos o inversiones, o pagando mayores comisiones en sus operaciones y transacciones bancarias. No sólo eso, sino que los directivos bancarios entrarían en el llamado riesgo moral: como estoy aportando una cantidad que, en caso de dificultades, servirá para rescatarme de posibles pérdidas, no tendré inconveniente en entrar en operaciones más arriesgadas. No será una buena medida.
Lo razonable sería realizar un seguimiento previo para evitar las crisis y motivar a una gestión prudencial por parte de los gestores. Esto es mejorar la regulación y supervisión financiera. Y éste es precisamente el tercero de los temas que se han tratado por el Ecofin, sobre el que, al igual que en los anteriores, tampoco se han tomado decisiones importantes.
Fíjense que hemos dicho mejorar la regulación y supervisión, no aumentarla. Lo importante aquí, volvemos a repetirlo, es intentar evitar o predecir las crisis, y los organismos supervisores hasta ahora han sido incapaces de hacerlo -sería bueno empezar a sentar las bases de un supervisor único europeo, pero volverá a chocar con el interés de los estados miembros por no perder soberanía-. Además, la regulación existente en esta materia y la que en breve aparecerá promovida por el acuerdo Basilea III, seguro que es suficiente. Lo que hay que hacer es conseguir que se cumpla y que se evite la realización de trampas o atajos para dicho cumplimiento (operaciones fuera de balance y productos estructurados opacos), tarea que vuelve a recaer en los organismos supervisores.
En definitiva, la necesaria voz única de Europa -que sólo se conseguirá a medida que se avance en la integración total- en el concierto internacional tardará aún en llegar.
Ignacio López Domínguez, director del Centro de Investigación Financiera (Nebrija).