Opinión

Javier Nart: Memoria selectiva

El consejero de Interior de Cataluña, Joan Saura, ha establecido un nuevo itinerario a través de 13 lugares, 13 referencias en la atormentada historia de Barcelona desde la Guerra Civil a la consunción del dictador Franco.

El problema es cuando los políticos se exceden y, de ser administradores, piensan ser la emanación directa del Espíritu Santo. Saura nos propone una ruta de la (su) memoria histórica que se inicia en el Campo de la Bota (donde centenares de republicanos fueron fusilados) y concluye en el Refugio 307 (donde los barceloneses se recogían aterrorizados por los bombardeos).

En la propuesta hay criterios esquizofrénicos y lapsus hipócritas. Pero cuando la hipocresía es sobre muerte y sufrimiento, se redefine en miseria moral. La Guerra (in)Civil española fue un episodio del que todos deberíamos sacar conclusiones más allá de afirmar que el bien se encuentra entre nosotros y el mal entre los otros.

Si bien es cierto que la mitad de Barcelona se ocultó cuando entró por la Diagonal el general Yagüe, la Plaza de Cataluña no podía contener a otros tantos en la primera misa pública.

Y si Montjuic fue el escenario del asesinato legal del presidente Companys, también lo fue de decenas de catalanes cuyo imperdonable crimen fue ser de derechas o católicos recalcitrantes. Y del general de la Guardia Civil Escobar, tan católico y de derechas como leal republicano.

Mismo horror para los torturados y fusilados en el Campo de la Bota por los siniestros represores del franquismo, que para los del Gobierno republicano en las espantosas checas dirigidas por los demócrata-estalinistas (contradicción en término) de aquel PSUC, de donde trae el señor Saura sus esencias.

Pero ni Joan Saura ni yo mismo tenemos nada que ver con aquella gentuza asesina y torturadora.

Lo mínimo que podemos exigirnos es conocer y reconocer el pasado.

No maquillarlo.

Ni ocultarlo.

Javier Nart, abogado.

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