Tengo la sana costumbre de leer todos los días varios periódicos y empiezo a percibir unas coincidencias sospechosas entre ellos, que son grandes mentiras o verdades a medias.
La primera, que Zapatero se quiere marchar. No conozco ningún gobernante que voluntariamente esté dispuesto a irse, excepto Aznar. Su error fue enorme, se vio obligado a elegir candidato en el peor momento, lo que ha servido de escarmiento para los demás.
La segunda, que su esposa, Sonsoles Espinosa, está harta de vivir en el Palacio de La Moncloa. No es cierto, está encantada y seguirá allí tan tranquila otro lustro si puede.
Tercero, que el PP tiene ya ganadas las próximas elecciones, debido a los malos augurios económicos. No conozco ningún economista que sea capaz de prever los acontecimientos más allá de tres meses. Casi ninguno fue capaz de vaticinar la actual depresión.
Por último, que el Gobierno no gobierna. Ésta es la mayor falacia de todas. Que lo haga de modo distinto a como debiera o a como nos gustaría no quiere decir que haya dejado de ejercer sus funciones. Al contrario, Zapatero, consciente de la pérdida de popularidad, prepara una remodelación de su Gabinete hacia el verano, para intentar dar la vuelta a los sondeos. El runrún apunta a que no va a dejar títere con cabeza, como suele decirse.
El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, está buscando ya acomodo en la política catalana, como adelantó este periódico, y reconoce él mismo. Su principal rival es la titular del Ministerio de Defensa, Carmen Chacón, a quien hace unos meses todos pintaban como la favorita de Zapatero, y ahora se debate por ocupar el segundo puesto en las listas a la Generalitat, en contra de la opinión de Montilla.
La vicepresidenta segunda, Elena Salgado, es otra de las caídas en desgracia. Ha cosechado en tiempo récord la dimisión de sus dos secretarios de Estado, José Manuel Campa y Carlos Ocaña.
El ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, barrunta irse a su casa, al igual que la vicepresidenta primera, Teresa Fernández de la Vega. Es la consecuencia del estrepitoso fracaso del semestre español de Presidencia europea, que Zapatero quería aprovechar para levantar la imagen de España y ha contribuido a empeorarla.
La titular de la cartera de Vivienda, Beatriz Corredor, tiene una oferta sobre la mesa para ser candidata a la Alcaldía de Madrid. De la titular de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, mejor ni hablar, porque no se puede hacer peor en menos tiempo. Los investigadores están que trinan. Y de Bibiana Aído (ministra de Igualdad) o de Ángeles González-Sinde (Cultura) no sé lo que será.
Zapatero quizá se crea un iluminado y por eso se equivoca mucho, pero es de los que mandan. La denominada enmienda del ladrillo, que se votará este martes en el Congreso, es una iniciativa del presidente, como se le escapó a Elena Salgado en el hemiciclo. Nadie acierta a explicar qué interes le mueve, pero está dispuesta a sacarla adelante, pese a la polémica.
Salgado fue también quien telefoneó personalmente, por orden de Zapatero, al presidente del Sabadell, Josep Oliu, para pedirle que aprobara el crédito de 30 millones a Marsans, la empresa de viajes del jefe de la patronal, Gerardo Díaz Ferrán.
Es evidente que Zapatero, después de zarandearlo, ha comprendido que es mejor tener una patronal debilitada que sólida, si quiere lograr la firma de un acuerdo de diálogo social en este mes de abril.
Él fue también quien obligó a aplazar la firma del acuerdo de Zurbano, en contra del criterio de Salgado y del propio José Blanco, vice- secretario general de su partido. Considera que una foto vale más que mil palabras. En el diálogo social lleva por lo menos tres y aún no se ha hecho nada.
Sus allegados aseguran que sólo si cosechara un sonoro fracaso en las elecciones autonómicas de 2011 podría plantearse ceder el testigo a otro candidato. Pero las cosas pueden cambiar mucho hasta entonces. Entretanto, cada vez llevará más las riendas, porque no se fía. No cabe duda: manda y mucho.
