Opinión

Miguel Rosique: Empresas pequeñas para una crisis muy grande

Siete de cada diez Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) temporales se van a convertir en definitivos, evidenciando la profundidad de la crisis. Estamos en una crisis de liquidez y la empresa familiar, y con ella sus trabajadores, se está llevando la peor parte porque no tiene ni la potencia en recursos de las grandes ni el poder de negociación suficiente para conseguir o incluso mantener la financiación bancaria.

Se dice que éstos son periodos de oportunidad, de reinventar y ser creativos, de innovación, pero bastante tiene la empresa familiar para gestionar el corto plazo y sobrevivir, y es que ya son muchos meses esquivando el concurso unos y la quiebra otros.

Una de las consecuencias de esta crisis es el exceso de capacidad en las empresas , donde la dimensión actual en recursos e instalaciones es superior a la demanda real. Naturalmente, una capacidad ociosa se soluciona con innovación, desarrollando nuevos productos o servicios.

Pero no queda tiempo para innovar, muchas empresas familiares han pasado el punto de no retorno en el cual ya nada volverá a ser lo mismo: los balances ya están agotados tras meses de erosión. Las estructuras internas también están resentidas después de mucho tiempo de noticias negativas, porque nadie se motiva ni ilusiona con proyectos donde la bajada de ventas es la moneda corriente.

Posibles soluciones

Es hora de levantar la cabeza para buscar soluciones alternativas a las que se han gestionado en este último año y medio. Toca adoptar decisiones valientes y responsables. Una de sus acciones prioritarias es resolver el problema de capacidad excedente en un entorno donde la recuperación del consumo sigue siendo un espejismo. Muchos empresarios han observado que la solución pasa por el acuerdo con otras compañías que tengan problemas similares, y esto se está reflejando en una fuerte subida de las operaciones de fusión.

La empresa familiar empieza a comprender que ya no puede luchar sola y que otro año de crisis implicará entrar en concurso. Por ello busca aliados con los que poder compartir esa capacidad que no utiliza, o, lo que es lo mismo, el empresario responsable reconoce que tiene un problema de dimensión: somos muy pequeños para una crisis muy grande.

España es un país en el que abundan las pymes sin el tamaño ni las economías de escala suficientes para competir en un entorno globalizado, pues junto a Portugal, Italia y Grecia, España es uno de los países de la Unión Europea con un tejido empresarial más desagregado y, por tanto, con mayores problemas de competitividad.

Que las fusiones y adquisiciones estén aumentando es prueba de la responsabilidad con la que los empresarios familiares están actuando. Han comprendido que no pueden seguir afrontando solos más meses de caída y que es el momento de abrir la compañía para buscar soluciones. Que el sector empresarial tiene un problema de concentración es un hecho, por ello los que actúen en los próximos meses buscando una dimensión mayor que les permita arreglar su problema de capacidad se encontrarán con que han podido sobrevivir a la crisis y tienen una eficiencia mayor. La sinergia ha pasado a llamarse tamaño. Cosas del volumen.

La otra alternativa es seguir confiando en que lo peor ha pasado, como el análisis del sector del cemento que leí hace unos días, que indicaba con optimismo que la caída de la demanda en lo que llevamos de año era del 36,6% frente al 37,1% de los últimos 12 meses, por lo que una subida del 0,5% en una bajada de casi 40 puntos era una señal de mejoría. El que no se consuela es porque no quiere.

Desafortunadamente, cuando este tipo de optimistas quiera reaccionar será demasiado tarde.

Miguel Rosique, socio director de ONEtoONe Capital Partners.

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