Las cajas de ahorros podrían estar preparando la venta de algunas de sus participaciones en bolsa para lograr liquidez. Con más de 25.000 millones invertidos en el parqué, estos títulos se han convertido en una suerte de despensa de la que las cajas van tirando cada vez que sienten que el hambre acucia.
Y todo parece apuntar a un horizonte muy canino, por varias razones: la primera, en junio se acaban los avales del Estado para las emisiones de deuda de las entidades financieras, que les permite financiarse con un rating de máxima calidad. La segunda, el BCE ha comenzado la retirada paulatina de las ayudas extraordinarias.
Entre marzo y octubre, Trichet pone fin a la barra libre de dinero. Tercero, a finales de 2012 entrará en vigor Basilea III, la nueva regulación financiera que elevará los requisitos de capital acorde al riesgo y, además, puede hacer que las acciones preferentes, utilizadas por muchas entidades para reforzarse, no sean consideradas parte de las bases de capital, y que las inversiones en bolsa sean penalizadas.
Si a esto se añade una economía doméstica en horas bajas que seguirá deparando morosidad y un mercado interbancario que no da señales de vida, las cajas lo van a tener difícil para captar financiación entre tantos competidores pujando por fondos.
Padecerán mucho, y algunas tendrán que vender sus participaciones bursátiles. Los bancos lo tendrán más fácil al poder emitir acciones. Por eso, se debe dotar a las cuotas participativas de las cajas de derechos políticos para que estas emisiones tengan atractivo. Las cotizadas españolas que tienen entre sus accionistas a cajas pueden esperar movimientos.