El acuerdo de la UE para soportar a Grecia ha servido para tranquilizar al mercado. Pese a su falta de precisión, indica que la deuda griega tiene una garantía implícita. En la práctica, se traduce en una rebaja del coste de financiación heleno. Pero este último sólo es una de las variables de la ecuación. La más urgente a corto plazo, aunque no la principal para solucionar los desequilibrios.
Para reducir el endeudamiento, otros factores clave son el PIB nominal y el déficit. El problema es que un ajuste fiscal tan intenso como el previsto acaba deprimiendo la demanda interna. Por eso, las previsiones contenidas en los planes de equilibrio basan el supuesto crecimiento futuro en una mejora cuantiosa y rápida del sector exterior.
Pérdida de competitividad
La dificultad principal radica en que las economías mediterráneas han perdido competitividad en los últimos diez años. El proceso de convergencia ha hecho crecer con intensidad sus costes de producción cuando en Alemania se han rebajado. Así, el país germano acapara el grueso de las exportaciones europeas, lo que dificulta las ventas al exterior del resto de la UE.
Sólo una inflación prolongada inferior a la alemana permitiría recuperar cuota de mercado. Eso condena a los países periféricos a la deflación, toda vez que los precios centroeuropeos se mantienen en mínimos. A su vez, ello acaba con la esperanza de ajustar la deuda reduciendo su valor vía inflación.
Aunque lo políticamente correcto es señalar que todo va bien, el escepticismo entre los analistas está justificado. Un ajuste de la magnitud del que requiere Grecia, al igual que Portugal o España, es irrealizable en tres o cuatro años. La experiencia histórica indica que exige décadas.
Aunque desde esa perspectiva, el problema no es un país, sino el conjunto de la Unión. El soporte daña la credibilidad a largo plazo del euro. Pero, sobre todo, aumenta el riesgo moral al incentivar la irresponsabilidad fiscal de unos Estados con una tradición lamentable en sus cuentas públicas. Quizá, la unión económica en ausencia de unión política no sea viable mientras no exista un mecanismo de control efectivo para evitar los desmanes de la picaresca latina.
Alberto Matellán, director de Estrategia y Macroeconomía. Inverseguros SVB.