La realidad no sólo es tozuda, sino que es evidente si el ciudadano medio se toma siquiera diez minutos para reflexionar sobre lo que tiene ante sus ojos y el reflejo de ello en tertulias, declaraciones varias y pseudo-debates económicos. Y si a lo anterior le añade una pizca de memoria lo que resulta no es otra cosa que el guirigay más insostenible a la luz de la racionalidad y la lógica más elementales.
Hace un año, los del G-20 hablaban de refundar el capitalismo, poner en cuarentena las hasta entonces inmarcesibles virtudes del mercado y embridar los juegos sucios del capitalismo financiero y sus paraísos fiscales. Los corifeos de turno anunciaban una nueva época y un punto de inflexión en torno al rumbo de la economía mundial. En el fondo de la cuestión estaba -y está- el fin de una época presidida por el imperio casi incontestado de la trinidad capitalista: mercado, competitividad y crecimiento sostenido.
Los ingenuos de siempre se sumaron al coro de los aparentemente arrepentidos especuladores y anunciaron al mundo un cambio bajo la égida del presidente Barack Obama. La hipnosis duró el tiempo justo para poner en marcha planes de ajuste, advertencias de medidas ejemplares, ataques a los logros del llamado Estado del Bienestar y mensajes de preparación psicológica de las poblaciones para que éstas acepten recortes salariales, jubilaciones retrasadas, paro en aumento, etcétera.
Manipulación de estadísticas, titulares alarmistas, verdades de perogrullo y una supuesta objetividad científica han sido los mecanismos que han transformado a los responsables de la crisis en imprescindibles cirujanos de hierro para evitar males mayores. La lluvia de titulares sobre Grecia o sobre esa nave errática que es la UE embotan el sentido analítico y moldean las mentes para el olvido y la resignación.
Julio Anguita, ex Coordinador General de IU.