Un nuevo lastre tira para abajo del euro, que cayó ayer un 1,3 por ciento hasta mínimos inéditos desde mayo. La agencia de calificación Fitch rebajaba el rating de Portugal de AA hasta AA- y mantiene la perspectiva negativa. Así, la economía portuguesa, otra de las integrantes del acrónimo anglosajón PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España) hacía zozobrar a la moneda única con impacto en el parqué luso y el español.
La divisa europea, que ha bajado hasta los 1,332 dólares, encaja los vaivenes derivados de la indefinición sobre el eventual rescate a la economía griega y la forma de llevarlo a cabo. Pero es España el país al que se vuelven ahora todas las miradas. No porque exista una siniestra conspiración económico-internacional contra nuestro país, como sugiere el Ejecutivo echando balones fuera. España está en el ojo del huracán y los mercados asumen el riego soberano de nuestra economía porque se echa en falta un plan creíble de disciplina fiscal, con la suficiente concreción de plazos y medidas y se demora la reordenación financiera. No hay excusa.
Incluso si el difícil consenso sobre un salvamento a la economía helena se alcanzara más fácilmente de la previsto, la sospecha sobre España no amainaría. Al contrario, crecería el apremio a la ortodoxia fiscal y la austeridad responsable. Irlanda presentó un fuerte ajuste y bajó la presión.
Tras un inicial arrebato de soberbia, también Grecia concretó sus propósitos de enmienda. El Gobierno español ha de exponer y detallar un plan integral y factible de ajuste presupuestario, de cómo va a recortar los 50.000 millones anunciados. Las agencias tienen los rating preparados, listos... ¡Ya!