Cuando en este país vivíamos en el superávit, habíamos sobrepasado la renta italiana (José Luis Rodríguez Zapatero dixit) e íbamos a dejar atrás a la Francia de Nicolas Sarkozy, a mí se me hacía que todo aquello no eran sino los desvaríos propios de una orgía (no sexual, sino económica) en la que a nuestros próceres (socialistas y populares) se les habían subido los números a la cabeza.
¿Cómo era posible la viabilidad de una economía basada en la construcción, la especulación?
¿Cómo integrar a los millones de inmigrantes que con formación profesional baja o muy baja constituían el grueso de la mano de obra? y después formarían los batallones del paro?
¿Qué futuro tenía la industria española, fundamentalmente automotriz, la consecuencia de la deslocalización norteamericana, francesa, alemana o japonesa? cuando surgían nuevos países en los que deslocalizar?
¿Qué futuro tenía el turismo confrontado con las ofertas de inferior costo de destinos turísticos exóticos? tras haber destruido nuestro paisaje?
No sé nada de economía. Los expertos me respondían que los precios de las cosas los marcaba el mercado. Que vivíamos en una fase expansiva y que no era sino un agorero ignorante.
Estos próceres de la economía tuvieron que envainársela (entre ellos, algún catedrático muy acreditado de cuyo nombre prefiero olvidarme).
Y cuando apuntó la crisis (antipatriótica, según el presidente Rodríguez Zapatero), osé decir que como la banca había financiado la burbuja inmobiliaria, los créditos impagados e impagables afectarían su liquidez con la agravante de integrar en sus activos las fincas adjudicadas de sus deudores por los valores de balance, que no por el real. La respuesta fue que teníamos la mejor banca del mundo.
Pues ahora las entidades de calificación de referencia bajan la fiabilidad general de la banca española y la particular de todas ellas.
¿Creen ustedes que aquí no pasa nada? Aquí va a pasar de todo.
Javier Nart, abogado.