La estrategia de ETA pasa, evidentemente, por no condenar sus atentados. Faltaría más. Y encima se permiten apuntillar lo dicho por Rubalcaba argumentando que no habrá solución con acoso policial. En fin, el mundo al revés.
Pero lo que sí saben hacer los terroristas es robar, matar y, cuando pueden, extorsionar. De todo esto tenemos noticias continuamente. Por ejemplo, hace unos días, cuando al intentar robar unos vehículos de lujo en una población cercana a París, los terroristas asesinaron a un policía galo. El primero de la historia, vieja historia de 50 años de ETA.
Pero la sociedad francesa y sus medios de comunicación todavía miran con mucha lejanía a ETA. Como si no fuera con ellos. Les califican de todo menos de lo que son. No se atreven a llamarles terroristas, como lo hacemos en España.
Menos mal que Nicolas Sarkozy y los sindicatos policiales parecen coincidir con los españoles. Menos mal, porque en Francia el poder de los sindicatos policiales es muy relevante. Si la sociedad mira para otro lado cuando oye hablar de ETA, no cabe duda de que sus policías se preocuparán de que los etarras no campen a sus anchas. Ni que otra vez se cobren más vidas de agentes franceses. É·se es el salto cualitativo que ha obtenido ETA: ha logrado que los compañeros de Jean Serge Nérin apoyen aún más la lucha contra los terroristas vascos.
Quizá ese deseo de incrementar la lucha contra ETA provoque mayores dificultades para la actividad del denominado "impuesto revolucionario", cuyo cobro y gestiones se han realizado habitualmente en el país vecino. Porque ahora sabemos que algunos empresarios no encuentran con quién contactar para pagar el chantaje que les exigen. Eso ha ocurrido ya en la última remesa de cartas en las que imponían pagos que oscilaban entre los 150.000 y los 300.000 euros.
Sabemos que el aparato de extorsión de los terroristas funciona mal y esperemos que siga perdiendo eficacia gracias al apoyo policial de Francia.