Obama se ve a pocos pasos de atravesar su meta. Con su reforma sanitaria, espera obligar a 32 millones de personas en el país más rico del mundo a que tengan cobertura sanitaria. Para ello, subsidiará a unos 19 millones de ciudadanos, y castigará con una penalización fiscal a aquellos que no tengan un plan. No obstante, ¿por qué ha encontrado tanta oposición?
Esta medida no es popular entre amplios sectores de la población estadounidense por una sencilla razón. Aunque el grueso de las medidas no entra en vigor hasta 2014, el coste para los próximos diez años se estima en 940.000 millones de dólares. Una cifra considerable. Sin embargo, los reformadores alegan que se ahorrarán 138.000 millones de dólares en la próxima década y 1,2 billones en los siguientes diez años.Y eso es lo que se pone en cuestión.
¿Cómo se va a conseguir tanto ahorro cuando además la mitad de los recortes recaen sobre Medicare, el plan público para la tercera edad? ¿Sufrirá la calidad? Y se recurrirá a una subida de impuestos generalizada tanto a rentas altas como a los fabricantes de medicamentos y material.
Obama acierta con el diagnóstico de que el sistema actual es muy caro; pero no se centra con el suficiente ahínco en las áreas que más ahorros podrían brindar, como la competencia interestatal entre aseguradoras; vincular la actuación de los médicos a los resultados; y acabar con la cara medicina defensiva fruto de tantas demandas. Obama aún tendrá que defender esta reforma en los tribunales, porque atenta contra competencias de los estados y suprime la libertad del ciudadano para suscribir el plan. Éste es el comienzo de años de cambios.