En los últimos años se ha venido produciendo un espectacular incremento en el consumo de gas natural en el mundo. En la actualidad, el consumo de gas natural asciende a la cuarta parte del consumo energético mundial, superando al carbón y solamente por detrás del crudo.
Adicionalmente, las reservas probadas de gas son equivalentes a las del crudo y rondan el trillón de barriles equivalentes. No obstante, existe una crucial diferencia entre ambas: desde hace ya más de treinta años la tasa de reposición de reservas de crudo es negativa (es decir lo que se descubre es inferior a lo que se consume) mientras que, en la actualidad, la del gas natural es positiva y se va incrementando año a año, y eso sin contar las llamadas reservas no convencionales de gas.
Otra diferencia no menos importante radica en el hecho de que una gran mayoría de las reservas de crudo se encuentran localizadas en zonas geográficas de alta inestabilidad política como Oriente Medio o Venezuela, mientras que las reservas de gas están más dispersas geográficamente.
Debemos destacar también que el uso del gas natural se está empezando a extender en procesos industriales que, tradicionalmente, eran coto privado del crudo y sus productos refinados, como es el caso de las centrales térmicas. Por todo ello una pregunta legítima podría ser si en el medio largo plazo el consumo de gas natural se va a imponer al consumo del hidrocarburo por excelencia: el crudo.
¿Mejor gas natural?
La respuesta a esta pregunta no es sencilla. No obstante, sin riesgo a equivocarnos gravemente, podemos aventurar que, aunque es posible que en el medio largo plazo el consumo de gas natural pueda llegar a superar al del crudo, el gas natural no será el sustituto energético del crudo como el crudo lo fue del carbón a finales del siglo XIX principios del XX. Analicemos las causas de esta afirmación:
Aparte de lo dicho anteriormente, una de las principales ventajas del gas natural frente al crudo reside en el hecho de que el gas natural contamina muchísimo menos que el crudo. Un factor muy relevante en los tiempos que corren. Sin embargo, el gas natural adolece de una característica propia del crudo que, a día de hoy, le convierte en la fuente energética más utilizada en el mundo: su relativamente barato almacenamiento y transporte. Al ser líquido, teniendo en consideración ciertos aspectos relativos a la seguridad, el crudo y sus productos refinados se transportan y se almacenan con relativa facilidad.
Por el contrario, el transporte del gas natural es muy caro; es más o menos cinco veces más caro que el del crudo, mientras que, fuera de sus yacimientos naturales, a día de hoy, su almacenamiento es prácticamente imposible. Cierto es que, en lo referente al transporte, se están haciendo grandes avances en lo relativo al gas natural licuado (LNG), pero no es menos ciertos que, al final, el crudo seguirá siendo líquido mientras que el gaseoso es el estado natural del gas.
Por otro lado, hay que considerar que ambos commodities suelen aparecer juntos en los yacimientos. Lo normal en una prospección petrolífera es encontrar combinados el crudo y el gas natural, uno generalmente en mayor proporción que el otro, pero juntos a fin de cuentas.
Y para terminar de completar el cuadro, si se mira desde el lado de la demanda, ambos commodities son sustitutos, al menos en el largo plazo. No hay más que recordar que, en la actualidad, en muchos procesos industriales se puede usar indistintamente uno u otro, además ya no sorprende encontrar vehículos que funcionan con gas natural.
Para concluir, podemos decir que la estadística confirma estas afirmaciones: mientras que la correlación de corto plazo entre los precios del crudo y los del gas natural puede variar a lo largo tiempo, la correlación de largo plazo es invariablemente cercana al cien por cien.
Javier Población, economista del Banco de España, profesor de CUNEF y de ESCP Europe.