El Consejo de Ministros impulsó el viernes, desde Sevilla, el archianunciado proyecto de ley de Economía Sostenible, con el que pretende cambiar el modelo productivo español contra toda recomendación autorizada y al margen de la evidencia empírica.
La reunión sevillana del Gabinete no fue más que un pretexto, un Consejo de Ministros florero que desveló los derroteros de la estrategia política del presidente y su incipiente debilidad: se le esfuma Andalucía. Zapatero volvió, pues, por sus fueros, los de la escenificación, y anunció ayudas diversas para la región.
El presidente se vuelve cada día más andaluz porque se le desvanece ese vivero de votos, como certifican las encuestas más recientes, que dan vencedor al Partido Popular. No extraña, pues, el repentino interés del jefe del Ejecutivo por esta comunidad autónoma, en la que se celebró anticipadamente el congreso del PSOE y a la que premia con más y más PER, al haber rebajado la cifra mínima de peonadas necesarias para acceder al subsidio agrario.
Pero tras el bombo y platillo y bajo la parafernalia, lo que queda es el parche de la Economía Sostenible, una mera amalgama de vaguedades que no sirve para detener la sangría de las cuentas públicas, porque falta un plan creíble, y que tampoco batallará contra la fiera de la recesión económica, pues las únicas armas efectivas son las reformas estructurales.
Eso sí, para abordarlas se necesita un Gobierno con firmeza suficiente para acometerlas, al que no le tiemble la mano ante el horizonte de las urnas, sean o no andaluzas. En juego está que la crisis se prolongue sine die.