La realidad financiera española se acerca a los conceptos manejados por Groucho en la inenarrable película Los Hermanos Marx en el Oeste, y si no fuera por las graves consecuencias en nuestro sistema productivo del papel, quizás papelón, que están representando algunas, quizás demasiadas, de nuestras instituciones financieras, sería para reírse. Pero la verdad es que no tiene la menor gracia que, a pesar de que el Gobierno ayude y el supervisor haga algo la vista gorda, el conjunto de las entidades sigan preconcediendo créditos y realizando millones de llamadas a los morosos como principal intermediación financiera, al tiempo que prestamizan pólizas de crédito y cancelan líneas de descuento sin parar. Y es que no se sabe si lo que más les asusta es que no les devuelvan el dinero sus clientes o no ser capaces de devolver lo que les vence en emisiones, facilidades del BCE y obligaciones varias. Así, los clientes de activo cada día son menos interesantes y ponen sus ojos en los de pasivo como el maná que va a salvarles de la quema.
Es la pescadilla que se muerde la cola en una espiral de retirada de financiación que a su vez les está rebotando en forma de mayores dificultades de sus clientes para atender sus obligaciones, en un entorno tan hostil para hacer negocios que está provocando el cierre de cientos de miles de empresas. Porque la financiación se pone mal para los financiadores y no es cuestión de escudarse en una bajada de la demanda de crédito, que es cierta, sino si realmente nuestras entidades con tanto scoring y tanto Basilea II no pueden permitirse prestar lo que no tienen.
Como esto lo arreglamos entre todos, según dicen algunos que ya lo traen arreglado de casa, las entidades se están lanzando todas a intentar arreglárselo disputándose a los buenos clientes, es decir, a los que tienen ahorros. Y si la banca ataca a las cajas para hurtarles su último reducto, que es el liderazgo en depósitos, pueden temblar los fundamentos de la estructura financiera de estas últimas, encareciendo aún más sus recursos, estrechando más su margen de intermediación y conduciéndoles a la inexorable dinámica de seguir encareciendo sus servicios. Pero además, tendrán mucho más difícil actuar en segmentos de crédito atractivos en riesgo y exigentes en margen, y se verán abocadas a prevalecer en nichos de mayor margen y peor calidad crediticia. Lo que les faltaba. Así que no se sabe bien hacia dónde va a ir la intermediación de las cajas y si están llamadas a quedarse con los peores clientes, los menos rentables y los de más riesgo, y teniendo en cuenta que no andan muy sobradas de capital sólo falta que pierdan pasivo, que no puedan tomar dinero barato del BCE y que el mercado de emisiones se les ponga cuesta arriba sin el aval del Estado, que lleva camino de no poder avalarse ni a sí mismo, para tener una situación mucho más comprometida. ¡Más madera, es la guerra del pasivo! Una guerra en la que, como en todas, habrá víctimas.
Juan Fernando Robles, director del Instituto Superior de Técnicas y Prácticas Bancarias.