Decía Keynes, refiriéndose a la bolsa, que evolucionaba según lo que la opinión general opinaba que era la opinión general.
Sobre la situación de la economía española, estamos en una situación similar. No vamos a negar que estamos en crisis y que esta recesión es larga y profunda, pero también es cierto que el cúmulo constante de malas noticias sobre nuestra situación económica que leemos en todos los periódicos e informativos de radio y televisión hacen que todos nos desmoralicemos cada día más por los titulares catastrofistas que nos lanzan. Incluso a las personas y familias que la crisis no les afecta, y conste que son mayoría, les invade una sensación de miedo que les arrastra a no consumir y a no invertir. Como me decía un taxista gallego en Barcelona, al igual que el agua de un pozo hay que removerla porque si no se corrompe, lo mismo ocurre con el dinero, hay que moverlo. Pero incluso a los que no sienten la crisis, el miedo les atenaza.
Si, por otro lado, todos los partidos políticos se caracterizan por sus intereses partidistas en lugar de remar todos en la dirección apropiada para salir del marasmo, la situación se agrava cada día más. El partido que teóricamente gobierna no sabe o no se atreve a tomar las medidas drásticas que la crisis requiere, debido a su coste electoral y social, y el partido de la oposición, en lugar de proponer medidas concretas, sólo actúa con la única intención de llegar al poder. Todos ellos, a los que en sus discursos demagógicos se les llena la boca de "España y los intereses de los españoles", en realidad tienen un patriotismo de pacotilla y su único objetivo es el acoso y derribo de la oposición importándoles poco el interés general.
Vayamos a la realidad de la crisis que sufrimos. Titulares escandalosos de que España sigue en recesión cuando nuestros vecinos europeos ya salen de ella en el último trimestre de 2009. De hecho, el PIB de España cayó el -0,1 en el cuarto trimestre y el -3,1 en todo el año. En el cuarto trimestre de 2009, la gran Alemania obtuvo un 0,0 por ciento, Gran Bretaña un +0,1, e Italia un -0,2 y un -2,8 en el año. Hemos leído sobre la "gran recuperación de Francia"; pues bien, un +0,3 en el último trimestre del año. ¿Ustedes creen que la diferencia es significativa para decir que estamos peor que estos países? De hecho, incluso no estamos tan mal como Italia. Si estuviéramos en +0,1 ya diríamos que hay recuperación, pero estando en -0,1 resulta que estamos fatal. ¿Ustedes creen que hay tanta diferencia? Pues no. Tendríamos que entrar en los componentes de estos índices y en las muestras que se miden, e ir con cuidado con lo de "cómo mentir con las estadísticas ". Repasando la prensa y los noticiarios de Italia, Gran Bretaña y Alemania, en ninguno he observado titulares y noticias tan alarmistas y catastrofistas como en España. Es el hispanocatastrofismo, el acoso y derribo, el masoquismo del que todos hacemos gala.
Sólo hay un dato que sí que es nefasto comparado con nuestros socios europeos, y es la tasa de paro. Sin que sirva de excusa, pero sí de atenuante, en ningún otro país europeo ha habido, ni de largo, el número de inmigrantes que han entrado en España en los últimos diez años, alentados, en gran parte, por el espectacular crecimiento de la economía durante casi 16 años y gracias al boom del sector inmobiliario.
En definitiva, hay que actuar con urgencia; el Gobierno tiene la obligación de tomar las medidas necesarias, aunque sean impopulares. La primera, y para que sirva de ejemplo, la reestructuración profunda de las administraciones públicas central, autonómicas y municipales.
Las empresas del sector privado ya hace tiempo que priorizan drásticas medidas de austeridad antes que intentar aumentar los ingresos vía aumento de precios, ya que esto último contraería aún más la demanda. Los "reestructuradores y reflotadores" de empresas abundan en estos tiempos, especialistas en quitar la grasa acumulada en los tiempos de bonanza económica. Es casi seguro que en casi todas las empresas hay mucha grasa acumulada, debido a los muchos años de crecimiento sostenido? y en todas las administraciones públicas esa acumulación es descomunal.
Al sector público le hacen falta "reestructuradores" con experiencia, que se metan a fondo en partidas como el exceso de personal, tanto de la Administración Central como las autonómicas ( me pregunto por qué un funcionario debe tener el privilegio del empleo seguro de por vida, aunque no rinda), los más de 2.400 coches oficiales, sin contar los de los ayuntamientos (de tan poco ejercicio y tantas comidas en restaurantes de lujo, a muchos políticos se les atrofian los músculos y hasta a algunos el cerebro), la eliminación de cargos que no aportan valor añadido, de asesores, de departamentos, incluso de ministerios y, por qué no, de las diputaciones. Las pocas competencias que tienen actualmente las diputaciones podrían ser transferidas sin problemas a otros ministerios o departamentos. Las diputaciones son una herencia de nuestro pasado que no tiene sentido con la organización actual del Estado.
Hay partidas en los Presupuestos del Estado de 2009 dotadas de cifras multimillonarias en las que rascando se obtendrían muchos más ahorros que lo que se pretende con la subida de impuestos prevista. Solo a título de ejemplo, la partida de personal con 33.073 millones, gastos corrientes en bienes y servicios con 8.538, otras prestaciones económicas (¿) con 14.973, servicios de carácter general (¿) 9.021 , transferencias a familias e instituciones sin fines de lucro (¡138.726!), transferencias a las comunidades autónomas 48.389, transferencias a las corporaciones locales 15.511, Alta Dirección (¿) 764, etc., etc.
Los presupuestos de 2010 no prevén medidas drásticas de austeridad a fin de reducir el déficit público y, al contrario de lo que haría un gestor experimentado, suben los precios, es decir, suben los impuestos.
Los titulares de los medios de comunicación, en lugar de profundizar en las heridas y relamerlas con gusto, más valdría que se centraran en exigir a nuestros políticos mucha más profesionalidad, gestores competentes y verdadero sentido de Estado, por encima de los intereses de partido. Si no es así, no valen; si no es así, es que son incompetentes y hay que elegir a otros. Aunque la pregunta del millón es: ¿qué otros?, no los vislumbro en nuestro panorama político.
Jaume Llopis es profesor IESE Business School.