Dicen que un optimista es un pesimista mal informado. A ello se ajusta como un guante el Gobierno español, a quien la Comisión Europea acusó ayer de basarse en previsiones demasiado alegres, que lastrarán la salida de la crisis y anegarán aún más el déficit y la deuda.
La defectuosa información de la optimista España se plasma, sin ir más lejos, en la falta de precisión de sus planes de estabilidad presupuestaria, denunciada por la UE. Para colmo, asistimos a una insólita subida de los costes salariales, el cuádruple de la inflación anotada el pasado año, con la consiguiente merma de competitividad y la losa que ello supone para la reactivación del empleo.
Sin un proyecto de consolidación fiscal creíble y con el alza salarial moviéndose por libre, la realidad nos borrará el positivismo. Hasta al optimista antropológico.