Las petroleras repercutirán la subida del IVA prevista para julio e, inevitablemente, el consumidor lo notará en su poder adquisitivo. Dado el peso de los carburantes en la cesta de la compra, los precios experimentarán una subida de una sola vez; pero no padeceremos una dinámica inflacionaria. No obstante, la mayoría de las empresas no va a poder trasladar esa alza al cliente, ya que la demanda está débil, habrá una mayor contracción del consumo y no hay perspectivas de mejora con los actuales datos de empleo.
Al final, se comerá los márgenes de las compañías, y tendrá efectos muy negativos para la segunda mitad del año. La medida se tomó pensando que para entonces se daría una mejora, pero es ya evidente que éste no será el caso. Se adelantarán las compras previstas para esquivar el repunte.
Y a continuación, el consumo se hundirá durante el resto del año. Y producirá otro efecto: no logrará recaudar lo que necesita. Solbes ya subió el IVA en plena crisis e ingresó menos de lo que esperaba, pues perjudica a las recaudaciones de Sociedades, IRPF y cotizaciones, por no hablar del fomento de la economía sumergida.
¿Resultará casi lo comido por lo servido? Tanto PP como CIU piden que se replantee la subida. Y el Gobierno ya incluía en su documento que pueda definir exenciones por sectores. Pero los mercados terminarían no creyendo nada. Al menos, la subida del IVA grava también a los productos foráneos. Habría que compensarla con recortes en cotizaciones o Sociedades, algo que nos daría ventaja en costes. Pero lo que se debe hacer, sobre todo, es ajustar el gasto... en lugar de imponer tanto impuesto que sólo nos lastra.