Un país crece cuando es capaz de generar un excedente con los factores productivos que de los dispone y, además, es capaz de hacerlo de forma continuada.
Para ello, es necesaria una especialización a través de la división del trabajo, pues una actividad demanda el desarrollo de otras actividades que se complementan y se sustituyen a lo largo de la cadena de producción.
El excedente...
Si con el empleo y la tierra conseguimos una determinada producción agrícola que sobrepasa nuestras necesidades de consumo, habremos conseguido la primera piedra para el crecimiento económico.
El excedente lo destinaremos a otras actividades económicas que pueden complementar nuestra actividad y así avanzar en la especialización y producir en el próximo ejercicio una cantidad mayor con igual dotación de factores.
Y los demás, también gracias a nuestra capacidad para generar excedente, crecer y tratar de mejorar y ganar en competitividad. El excedente es un valor añadido que mediante el intercambio permite desarrollar otras actividades productivas que amplían la riqueza de un país y así crecer y desarrollarse en el tiempo.
En el siglo XIX y principios del siglo XX el debate y, en muchos casos, las guerras, se argumentaron en función de la propiedad del excedente. El debate histórico entre capitalistas y proletariado derivó en el tiempo en el desarrollo de un punto medio con el surgimiento del concepto del Estado del Bienestar, por el cual un actor intermedio, el sector público, recaudaba parte del excedente para distribuirlo entre los ciudadanos y para financiar actividades que, desde un punto de vista económico, no tenían sentido pero sí desde un punto de vista social.
El bien público es un logro el siglo XX que en muchos casos debe incorporarse en la carta magna en cuanto a los derechos que todo individuo debe tener simplemente por ser parte integrante de la sociedad. Sin embargo, el dilema está en saber qué derechos son intocables y por solidaridad todos debemos financiar, y cuáles no lo son. Y, sobre todo, cuántos derechos podemos pagar.
...para derechos básicos
La cantidad de derechos sociales que podemos sufragar depende claramente de nuestra riqueza. Y aquí volvemos al debate histórico de la propiedad del excedente. Si el Estado como agente intermedio emplea la parte de excedente recaudado en cubrir derechos no tan básicos, estaremos perdiendo parte de la riqueza que puede generar más riqueza, pues esta cantidad no se ha destinado a pagar actividades que generan valor añadido en el tiempo, sino a pagar actividades o gastos de un sólo uso.
Si nos ponemos en el extremo, si todo el excedente lo recauda el Estado, no seríamos capaces de crecer salvo que gestionara eficientemente los recursos y desarrollara y financiara actividades de valor añadido. Pero este extremo no es viable, pues la historia ha demostrado que nunca han funcionado lo sociedades que las han puesto en práctica.
Si por el contrario, el Estado no recauda nada y es el mercado quien asigna los recursos, nos encontramos que tampoco se ha llegado muy lejos en la justicia y bienestar social de las sociedades que lo han puesto en práctica. No tenemos más remedio que encontrar un lugar de encuentro intermedio entre las dos posturas.
Eficiencia y competitividad
El problema es que los países desarrollados viven en un planeta en el que el 66% de sus habitantes no conocen el concepto de bien público. En el siglo XX era soportable, pues existían unas barreras de entrada al mundo rico que impedían la competencia y así la riqueza se mantenía dentro de las fronteras.
Pero en el siglo XXI en el que la globalización es casi ya un derecho, parece que su permanencia es insostenible. Los países desarrollados sólo tienen una opción para mantener su Estado del Bienestar, que consiste simplemente en lograr cotas de eficiencia y competitividad muy elevadas de forma que mantenga el excedente en altas cotas. De otro modo, existe otro mundo más necesitado que va a por todas para lograr unos mínimos niveles de bienestar social.
Es probable que buena parte de las sociedades occidentales no hayan comprendido todavía dónde estamos y qué partida estamos jugando. Y el caso de Grecia, y en general el excesivo endeudamiento de los países desarrollados, es un buen ejemplo.
Si Europa no consigue avanzar en la integración económica y en limpiar todo aquello que impide engranar la máquina productiva nos encontraremos con una realidad aplastante. La riqueza se desplazará hacia aquellos que más y mejor hayan trabajado. Volvemos a la esencia de la vida.
Javier Kessler, EAFI.