Grecia ha conseguido colocar 5.000 de los 20.000 millones de euros que necesita en los próximos dos meses, y el personal respira aliviado. Pero la letra pequeña es que ha tenido que pagar el 6,4 por ciento por un bono a diez años, el doble que Alemania. Es el coste de la irresponsabilidad fiscal y el límite de la Unión Monetaria. Hay mercado, pero a qué precio. Como lo habría para la vivienda española si bajara el 40 por ciento. Conviene retener el dato, no porque España vaya a pagar lo mismo, pero sí como referencia a medio plazo. Después de anunciar un duro ajuste fiscal, una reducción del déficit de cinco puntos del PIB este mismo año, con eliminación incluida de algunos derechos adquiridos de los funcionarios, los mercados le han dado su confianza. Cierto, pero a un precio que no ha bajado prácticamente nada de los máximos alcanzados en el supuesto ataque especulativo.
Si trasladamos este escenario a España, y reconocemos que el ajuste fiscal es más suave, incierto, dilatado en el tiempo y con pretensiones de ser incruento, no hay razón para esperar que los tipos bajen mucho de su nivel actual. Tendremos pues que financiarnos a unos 70 puntos básicos de diferencial, con el problema añadido de que el Banco Central Europeo ha empezado a vincular sus tipos al precio de mercado para operaciones a tres meses, manteniendo la provisión extraordinaria de liquidez sólo a plazos inferiores a un mes. Son precios superiores a los que están asumiendo administraciones públicas, entidades financieras y empresas privadas en sus ejercicios de refinanciación. Pero, además, puede haber retrocesos importantes en la consolidación fiscal derivados de la negociación del Pacto de Zurbano, pues parece que el Gobierno está recurriendo al viejo expediente de distribuir dinero para comprar paz política. Este truco puede funcionar a corto plazo, pero llevará el déficit en 2010 al 12 por ciento del PIB, situando a nuestro país otra vez en el ojo del huracán. Vender que el dinero tiene que llegar al sector privado de pymes y autónomos tiene muchos clientes, pero hacerlo sin coste fiscal es imposible. En términos estrictamente macro, no ha sido una buena semana, ni en España ni fuera. El dato de paro de febrero ha sido malo, sin paliativos, y ha interrumpido la tendencia de suave descenso en la creación de parados. En términos corregidos de efecto calendario y estacionalidad, el número de desempleados ha aumentado más que en los meses anteriores. La producción industrial ha caído fuertemente, (-2,5 por ciento vs. -0,5 por ciento esperado), y pone en cuestión la recuperación de la industria. Y los precios de importación crecen con fuerza, muy por encima de los de exportación, con lo que se complica la aportación del sector exterior a la recuperación. Con todo ello, el boletín del Banco de España de febrero ha matizado mucho la situación y, aunque ve signos de brotes verdes, no confirma la llegada de la primavera. O sea, igual que hace un año, pero con un millón de parados más y una situación fiscal insostenible. Y de fuera no llegan mejores noticias. Será por el frío, pero el consumo americano se ha resentido y la confianza europea también. Vamos, que si seguimos esperando que nos saquen pronto de ésta, nos pueden dar las uvas. Habrá que ponerse a trabajar en algo más que repartir subvenciones y desgravaciones.
Fernando Fernández, IE Business School.