La recuperación, esa quimera a la que se aferra el Gobierno ante cualquier mínimo síntoma, pasará ineludiblemente, cuando suceda, por una mejora del consumo privado, dado el peso que el impulso de la demanda interna tiene en nuestro país. El último boletín del Banco de España no presenta un horizonte halagüeño, pues atisba "señales dispares" en este indicador. Sin consumo, la recuperación es un espejismo, por más que se den tímidos frenazos en el empeoramiento de alguna variable. Y mientras el ajuste del mercado inmobiliario siga inconcluso, no se tendrán los mimbres para esa convalecencia. Algo que sabe bien el Ejecutivo. No en vano, frente al INE y el Colegio de Registradores, que constataron una caída del 25 por ciento en la compraventa de viviendas en 2009, el Ministerio de Vivienda se desmarcó el viernes vendiendo una mejoría del 4,1 por ciento interanual en las transacciones del último trimestre de 2009. Dato que, dentro de la caída del conjunto del año, puede vincularse a los cambios que se avecinan en la fiscalidad de estas operaciones. En una economía cuyos motores son la demanda interna, el turismo y la construcción, no se pisa firme con la inversión en ladrillo cayendo y sin reanimación efectiva en el consumo privado. Ese cóctel se ceba especialmente con el empleo, sobre cuya evolución el Banco de España previene sobremanera, por su tendencia a la larga duración. No extraña, pues, que la confianza siga retrocediendo. Más cuando el Ejecutivo sigue enrocándose tras marañas de documentos de propuestas e iniciativas que deriva a pactos y mesas de diálogo. Así, el único consumo que se va a dar es el de nuestra paciencia.