Sin duda, una de las comedias más extraordinarias que se han escrito se debe a la pluma de Alfonso Paso y se titula Vamos a contar mentiras.
En ella, una mentirosa compulsiva adquiere el firme propósito de decir siempre la verdad a su marido, pero las circunstancias se le ponen en contra de la manera más inesperada y, muy pronto, tiene que seguir enhebrando embuste tras embuste precisamente para que su esposo crea que no miente. En esa tarea le sirve de obligado ayudante Lorenzo, un amigo de la pareja, cada vez más rebasado por los acontecimientos. La situación llega a tal extremo que, en un momento dado, Lorenzo duda de los dos cónyuges y se pregunta si, en realidad, a lo que juegan es únicamente a desconcertar al tonto que es él.
Me he sentido no menos perplejo durante los últimos días al escuchar las informaciones sobre los encuentros mantenidos entre el Gobierno y la oposición en el Palacio de Zurbano. Primero, apareció Salgado y nos dijo que estaban a punto de llegar a un acuerdo. Luego surgía Montoro y afirmaba que se enteraba de ese acuerdo por las preguntas de la prensa libre.
Hace apenas unas horas, tras un segundo round, Salgado incluso afirmaba que los puntos de acuerdo eran una veintena para que, unos instantes después, Montoro dijera que no había nada de eso y tan sólo unas horas más tarde, ante las cámaras de televisión, Álvaro Nadal me confesara que los encuentros eran deprimentes, que el Gobierno de ZP no tenía plan coherente ni cosa que se le pareciera y que el PP se sentía enormemente frustrado porque no había manera de abordar en serio ninguna cuestión con la troika de economía.
No digo yo que Montoro y Nadal no digan la verdad, pero entonces me siento sumido en el estupor al reflexionar sobre la actitud y las acciones del Gobierno de ZP. ¿Realmente el Gabinete socialista desea enfrentarse con esta crisis o sólo aspira a desconcertar al tonto? Cada vez estoy más convencido de lo segundo y lo peor es que el tonto es el ciudadano de a pie que les paga el sueldo.
