Durante las últimas semanas, y al hilo del debate del sostenimiento del sistema público de pensiones, se ha venido haciendo hincapié en la idea de reforzar el ahorro a largo plazo de los españoles a través de los planes de pensiones privados como complemento a una pensión pública futura que, sin duda, será, como mínimo, más exigua que la actual. Esto, razonable a primera vista, no parece ser lo más eficiente.
El sistema de pensiones privadas en España es relativamente joven, con poco más de veinte años de vida, y fue lanzado por la Administración española como instrumento para extender la previsión privada entre los españoles.
Sin embargo, las acumulaciones en el sistema de capitalización alcanzadas a lo largo de estos años han quedado lejos de la media de los países más desarrollados de la OCDE, ya que, aunque el número de partícipes, más de 8 millones, es elevado, la acumulación media por partícipe es muy baja, alrededor de los 6.000 euros para el sistema individual.
Entre las razones que explican ese bajo desarrollo en la acumulación de los sistemas de capitalización privados, manejamos argumentos diversos: algunos afirman que los españoles somos poco previsores (quizá sea el propio sistema público el que desincentiva el esfuerzo previsor de los ciudadanos); otros explican que nuestra cesta de ahorro es diferente a las de los ciudadanos de otras economías europeas (de tal forma que más de un 75% del ahorro español se destina a las inversiones inmobiliarias, concretamente la propia vivienda, lo que deja un escaso margen al resto de inversiones financieras). También están los que afirman que ha sido la crisis financiera la responsable del estancamiento de los fondos de pensiones privados, debido a los efectos de la reducción de la capacidad financiera de las familias.
Por qué un plan de pensiones
En todo caso, el ahorro creciente de los hogares, surgido de la crisis por el miedo al desempleo galopante, tampoco parece materializarse en un producto poco atractivo por diversos motivos.
En la práctica, tres son los factores que condicionan la elección de un plan de pensiones individual frente al resto de productos de ahorro: beneficios fiscales, rentabilidad obtenida y comisiones aplicadas. Si hace unos años se entendía que los partícipes daban una mayor importancia a los beneficios fiscales, ahora esa tendencia ha cambiado, debido, en gran medida, a la mayor cultura financiera de los ahorradores y el entorno de crisis impactando directamente sobre las rentabilidades de los fondos y, por tanto, sobre las comisiones.
El atractivo fiscal de este producto ha permanecido relativamente estable desde el inicio, difiriendo el pago del impuesto de las aportaciones realizadas hasta el hecho de la jubilación.
Beneficios fiscales
Las prestaciones (capital más ganancias generadas) tributan como rendimientos del trabajo en el IRPF y están sujetas a las retenciones a cuenta que correspondan. La reforma fiscal del año 2007 eliminó la reducción del 40% sobre la prestación si se cobraba el plan en forma de capital.
Con ello se pretendía incentivar los cobros en forma de rentas vitalicias. Quizás sea el momento adecuado de acometer reformas que recojan la propuesta de diferenciar la tributación del ahorro aportado por el contribuyente, y que debe seguir tributando como renta del trabajo, frente a la parte del rendimiento obtenido, que debería tratarse como renta del ahorro y tributar al tipo de gravamen que le correspondiese.
De esa manera se evitarían las distorsiones actuales surgidas de tributar a tipos marginales más elevados que los tipos de gravámenes aplicados al resto de los productos de ahorro (19% para los primeros 6.000 euros y al 21% a partir de este límite),
Comisiones
En cuanto a las comisiones, de gestión y depósito, la Dirección General de Seguros establece que el gasto máximo que puede soportar un fondo de pensiones es del 2,5% sobre el patrimonio, cobrando los planes más caros entre el 2 y el 2,5%, mientras que los más baratos soportan un 0,5%.
Generalmente, aquellos planes con comisiones más elevadas son aquellos denominados de "gestión activa o dinámica", donde el experto cambia la composición de la cartera mediante compras y ventas de los activos que componen el fondo, de cara a optimizar los resultados y la rentabilidad del mismo según el perfil de los partícipes.
Y no olvidemos que esas diferencias en comisiones suponen un alto coste para el plan del ahorrador que probablemente desconoce cuál hubiera sido el resultado incluso si la cartera no se hubiera movido.
Rentabilidad
Y en lo referido a las rentabilidades obtenidas a largo plazo por los planes y fondos de pensiones, hacemos referencia al estudio La Rentabilidad de los Fondos de Pensiones en España, 1991-2007, de los profesores Fernández y Bermejo, donde se concluye que la rentabilidad media de los fondos de pensiones en España en los últimos diez años del estudio fue similar a la inflación (3%) y que tanto en el caso de los últimos 10 como 17 años, esa rentabilidad fue inferior a la generada por una inversión en bonos del Estado a 10 años (5,8% y 10,5%). La comparativa con respecto a la rentabilidad obtenida en el Índice de la Bolsa de Madrid (13,7%), indica que sólo tres de los 511 planes con 10 años de historia lo batieron.
Plantéense si merece la pena ahorrar a largo plazo en planes de pensiones individuales, ya que la ventaja fiscal que éstos conllevan puede verse diluida en el tiempo por rentabilidades y comisiones frente a otros productos financieros no beneficiados fiscalmente.
Además, analicen en profundidad rentabilidades y comisiones antes de elegir entre la amplia oferta de planes de pensiones, evitando así dejarse engañar por la publicidad de regalos, bonificaciones y atractivos eslóganes sobre gestión activa.
Rocío Gallego Losada, profesora titular de la Universidad Rey Juan Carlos