La dirección del viento empieza a ser favorable para Iberia. Acuciada por la dura competencia de las low-cost, la aerolínea española se había planteado incluso la posibilidad de crear una estructura con costes más reducidos para competir en las rutas ahora dominadas por Ryanair o easyJet. Pese a contar con Vueling, se barajaba la utilización de una sociedad nueva que no tuviese que cargar con el gasto que implica ser una aerolínea de gran tamaño. Sin embargo, parece que ahora la situación está dando un giro. Por un lado, ha desaparecido la competencia que le representaba Air Comet en sus vuelos con Latinoamérica. Por otro, el tráfico comienza a dar señales de mejora, lo que puede permitir a la empresa española concentrarse donde es más fuerte y puede obtener mayores beneficios, Iberoamérica. Además, lo lógico es que ahora avance en su fusión con British Airways, algo que recibió un espaldarazo definitivo el pasado viernes con la aprobación por parte de las autoridades estadounidenses de la alianza con American Airlines. Juntas, las tres aspirarán a dominar una importante franja del mercado por encima del low-cost. También es prudente que se espere al visto bueno del nuevo equipo de su máximo accionista, Caja Madrid. No obstante, todo esto no es excusa para que Iberia aparque de golpe sus planes sobre cómo tratar con el mercado que tiene en la Península Ibérica. Debe ser consciente de que debe mantener ahí su tarta del pastel y defenderlo. Iberia puede volar hacia un modelo basado en la larga distancia y la rentabilidad. Pero también ha de cumplir en casa.