El presidente Zapatero tuvo dos opciones: dejarse aconsejar por los expertos o constatar la realidad a golpe de mercado. Optó por la segunda vía, lo cual graba a fuego las lecciones. Y le ha ocurrido en varios ámbitos. Por lo pronto, la comprometida sostenibilidad del sistema de pensiones, sobre la que no faltaban advertencias, le ha abocado a planear un retraso de la edad de jubilación y una ampliación de los años que computan para el cálculo de la prestación.
Como todo en economía, las repercusiones no pueden aislarse y las derivadas afectan a distintos ámbitos. Así, por lo pronto la propuesta gubernamental obstaculiza los procesos de intregración de las cajas de ahorros españolas, que deben estar listos en junio.
Las entidades habían contemplado en total unas 5.000 prejubilaciones vinculadas a las fusiones, cuya cuantificación monetaria puede verse alterada por las variaciones anunciadas.
Las vías de salida son o que las cajas asuman el eventual sobrecoste o que los prejubilados que salgan de las fusionadas se aprieten el cinturón, algo que complicará las negociaciones con los sindicatos y que, de producirse cesiones, enfadará al Banco de España, pues no se pueden sacrificar fondos destinados a recapitalizar las cajas, el fin último del Frob.
De este modo, y sólo es un botón de muestra, el presidente constata una vez más el efecto disciplinador de los mercados. Los que sean. Sea el laboral, sea el bursátil, sea el bancario. Aquello que el jefe del Ejecutivo deja descansar en una gestión díscola, acaba siendo metido en cintura por el mercado.
Tome nota, señor Zapatero. Llevábamos años hablando de pensiones.