Lo que le está ocurriendo a la economía española es, diga lo que diga el Gobierno, de manual. Es, simplemente, lo que le pasa a una economía que pierde la confianza de los inversores y ve degradada su credibilidad. Es cuestión de días que esta crisis de confianza se transmita a los mercados con toda su virulencia.
Lo que nos pasa es, sencillamente, que una buena parte de los inversores de todo el mundo ha terminado de convencerse de que la economía española está siendo conducida con total irresponsabilidad y acumula unos desequilibrios financieros de tanta envergadura que la probabilidad de que el Tesoro Público español sea incapaz de devolver el dinero prestado comienza a ser apreciable.
Aznar lo describió con gran acierto el lunes pasado con pocas palabras: "España ha vuelto dramáticamente a la segunda división". Los mercados financieros comienzan a pensar que no somos Alemania, sino Grecia, y que, dentro de pocos años, por este camino, España se parecerá más a Argentina que a Francia. Y esto se paga.
Los inversores venden la deuda pública española porque creen que un default es una posibilidad no descartable. El precio de la deuda pública española cae y, en consecuencia, su rentabilidad aumenta. No ocurre lo mismo con la de Alemania o Francia, porque los inversores sí confían en esos países. Y el diferencial de rentabilidad con Alemania y Francia se dispara.
La bolsa cae porque los mercados descuentan que, para poder repagar la deuda pública, el Gobierno de España tendrá que subir drásticamente los impuestos. Eso hace que las acciones valgan menos porque con la subida de impuestos caerá el crecimiento, bajarán los beneficios de las empresas españolas y se reducirán los propios beneficios después de pagar impuestos.
Salir del enorme problema en el que nos ha metido el señor Rodríguez Zapatero exige medidas drásticas, las únicas capaces de devolver la confianza a los inversores: una restricción muy fuerte del gasto público presente y futuro y unas reformas estructurales (laboral, energética, de la justicia, educativa, del modelo de Estado) muy profundas.
El recorte de gasto público y las dos medidas de reforma del sistema de pensiones anunciadas por el Gobierno van en la dirección correcta, en cuanto que reducen el déficit público a medio y largo plazo. Lo que ocurre es que, por un lado, se consideran insuficientes. Por otro, no son consideradas creíbles, dado el escaso crédito internacional del Gobierno de Zapatero y dada la marcha atrás del Ejecutivo a las primeras de cambio.
Sólo un giro radical y creíble en la política económica en la dirección del recorte profundo del gasto público presente y futuro, acompañado de reformas estructurales muy profundas, puede reconducir la situación financiera de los mercados de renta fija y variable españoles. Los mercados esperan hechos, no palabras.
Jaime García-Legaz, economista del Estado y secretario general de la Fundación FAES.