
Desde hace ya tiempo existe un discurso que se va extendiendo entre la sociedad española y calando, poco a poco y peligrosamente, en el subconsciente de muchas, demasiadas, personas.
Se trata de una idea que creía desterrada de nuestras enseñanzas: los empresarios son unos explotadores. A raíz de la falta de entendimiento entre los agentes sociales -algo que a priori es lógico por sus diferentes objetivos, pero quienes finalmente están condenados a entenderse por el bien común que, tan bien en principio, debe regir su conducta-, algunas de las partes que intervienen o deberían intervenir en estas negociaciones están criminalizando a los empresarios.
De mi experiencia como docente en cuestiones relacionadas con el espíritu emprendedor, entre otras materias, con alumnos de muy diversa procedencia geográfica, he recabado la realidad de que en los países, vamos a denominar menos desarrollados, el problema que tienen los emprendedores y los empresarios es su mala reputación, cosa que es fomentada por sus propios poderes públicos, fácilmente identificable su ideología.
La cuestión es que aún no he encontrado un sistema de creación de empleo, distribución de riqueza y aportación al crecimiento de las naciones, de forma sostenible en el tiempo (vamos a aprovechar esta expresión tan de moda), que la actuación de emprendedores y empresarios a través de su actividad. Como todo en esta vida, no todos serán buenos -me refiero a aquellos que serán "exigentes" con los trabajadores e incluso quienes se intenten aprovechar de ellos, pero para eso está este mercado laboral y sus leyes tan rígidas-, pero de lo que cabe duda es que, de su actuación, se reparten una serie de efectos beneficiosos para la sociedad en su conjunto.
España, con menos emprendedores
Cuando me preguntan la razón por la que en España se dan menos emprendedores que en otros lugares, siempre respondo con los consabidos argumentos: nos falta cultura y respeto por el fracaso; la tendencia a asegurarse un futuro estable a través del empleo público, preparando oposiciones en lugar de planes de empresa que lleven a entornos más inseguros o inestables, etcétera.
Ahora tendré que incorporar una nueva causa: la penalización del empresario. Desde pequeños, en los libros de texto, se presenta la figura del empresario como un explotador y, claro, ningún niño quiere ser el malo de la película. Si además, cuando ya tiene algo de uso de razón, lee las declaraciones de unos y otros, no puede por menos que intentar evitar situarse en el "lado oscuro".