
Portugal y el futuro era el título del libro del Mariscal Spínola que, a partir de su publicación, generó una serie de acontecimientos que culminaron en la llamada "Revolución de los claveles". ¿Provocará la publicación del R.D 06/2009 una serie de acontecimientos que culminen en una revolución para el sector eólico? Esperemos que no, porque el sector no está necesitado de revoluciones. En todo caso, de transiciones a la española. Es decir, sin sobresaltos -aunque alguno tuvimos- y con consensos.
Cuando se ha conseguido llegar a cubrir el 11,5 por ciento de la demanda de energía eléctrica con 16.500 MW instalados y, al mismo tiempo, se ha consolidado un sector industrial, en el cual ostentamos el liderazgo mundial, y que da trabajo a más de 40.000 personas, un desarrollo reconocido internacionalmente como un caso de éxito, cualquier movimiento que pueda alterar el ecosistema del sector tiene que ser realizado midiendo muy bien las consecuencias, ya que la responsabilidad que se adquiere es histórica.
Sobre todo cuando, además, nos encontramos con un sector que cuenta con tantas externalidades positivas como el nuestro. Estamos garantizando el suministro de energía eléctrica a nuestros ciudadanos, ante las futuras crisis energéticas, que llegarán cuando termina la actual coyuntura económica; creando empleo estable y de calidad; generando capacidad tecnológica; mejorando el déficit crónico de nuestra balanza de pagos a través de nuestras exportaciones, que en el año 2008 alcanzaron un valor de 2.500 millones de euros y de la reducción de importaciones de hidrocarburos por valor de 1.000 millones de euros; mejorando la calidad de vida de la población rural -Aragón, por ejemplo, recibe en este momento más dinero por las rentas eólicas que por la P.A.C.- y la mejora de la imagen tecnológica de España en el mundo.
La legislación
En este escenario, la publicación por sorpresa y sin ningún tipo de consenso ni comunicación previa al sector del R.D.L 6/2009, cambiando las reglas del juego para conseguir tener derecho a las condiciones tarifarias reconocidas en el R.D. 661/2007, ha revolucionado el sector. Las opiniones sobre los aspectos positivos o negativos del registro de pre-asignación creado por el R.D.L son diversas y varían según cómo los proyectos de cada empresa se hayan visto afectados de forma positiva o negativa. En general, los principales aspectos positivos para los promotores de la nueva reglamentación es el asegurarte antes de comenzar la inversión de la tarifa que vas a recibir, y el tener 36 meses para concretarla en contra del estrés que generaba la anterior regulación que te obligaba a tener los parques conectados y con puesta en marcha definitiva en un año a partir del momento del anuncio de haber alcanzado el 85 por ciento de los 20.155 MW objetivo. En la parte negativa está la situación de aquellos proyectos que tenían planificado poder llegar a tiempo según los hitos fijados en el R.D. 661 y el establecimiento de unas nuevas reglas, que obviamente desconocían, les ha dejado fuera de juego.
Saliendo de la polvareda organizada por esta novedad normativa, lo que necesitamos ahora es mirar hacia adelante. Y el futuro es importante, al menos en este caso, tan importante como el pasado, según nuestras previsiones y las del propio ministro de Industria, puesto que ese futuro, con vistas al año 2020, está fijado en 40.000 MW para la energía eólica terrestre y 5.000 para la marina. Es decir, hasta ahora sólo hemos recorrido la mitad del camino. Por lo que para ese segundo capítulo de nuestra historia es clave no equivocarnos, y que las nuevas reglas permitan continuar con un crecimiento estable y sostenido del sector.
Para ello, en primer lugar, sería conveniente acabar con la dicotomía existente a veces en el Gobierno entre llamadas a un nuevo modelo económico basado en la economía sostenible, en el que la energía eólica tiene un importante papel que jugar, y otras en las que parece que la visión de la Administración sobre el sector eólico es la de un elemento generador de déficit para la tarifa eléctrica, concretada en actos como la desafortunada redacción del preámbulo del R.D.L. 6/2007 que ha sido utilizada contra el sector eólico y, por ende, contra los intereses de las empresas españolas, allende nuestras fronteras. Por el momento, parece que algo ha cambiado y hay voluntad de buscar un futuro consensuado por parte de la Administración.
¿Cómo debe ser la regulación que marque esta segunda parte?
Los números demuestran que el sector se ha movido con comodidad con la legislación existente y que, aunque a veces ha necesitado de ajustes, ésta ha sido un éxito. Esto tampoco quiere decir que no estemos dispuestos a aceptar cambios, cuando éstos se han producido hemos demostrado que nos hemos adaptado bien a los mismos.
Esta nueva legislación debe ante todo garantizar estabilidad y un crecimiento sostenido al mercado. Que no genere sobresaltos, ni cuellos de botellas, ni estrese por alcanzar una determinada fecha y mucho menos parones. La mejor forma de demostrar esta estabilidad será a través del mantenimiento del principio básico de la seguridad jurídica, que es la no-retroactividad de la norma. Las inversiones que fueron pensadas en un marco retributivo deben ser recuperadas en el mismo.
La nueva norma debe garantizarnos una rentabilidad suficiente, favoreciendo la competitividad de la energía eólica con otras fuentes de energía, pero sin olvidar sus características especiales. Después de 25 años de desarrollo tecnológico, la curva de aprendizaje y, por tanto, su capacidad de reducir costes es menor. En términos generales, en los primeros 20.000 megavatios se han utilizado los mejores emplazamientos, por lo que se cumplirá el principio de los rendimientos marginales decrecientes para los nuevos parques.
En esta fase se deberá tener en cuenta, con un cuadro normativo específico, dos elementos nuevos: los parques eólicos marinos y la repotenciación de los parques más antiguos. Para ambos estimamos un potencial de 5.000 megavatios de aquí al año 2020. Tampoco se puede pasar por alto el que es necesario que adapte sus planificaciones a las necesidades de los objetivos que se señalen.
Cuando interlocutores extranjeros me han preguntado por la clave del éxito de la promoción de la energía eólica y si ésta estaba en el régimen tarifario, siempre les he respondido que éste es condición sine qua non, pero que la auténtica clave está en el consenso. El consenso social, político y de los principales actores económicos que ha hecho posible que nuestro sector haya sido uno de los mejores negocios que ha hecho la economía española en nuestra historia reciente. Consenso que debe seguir siendo la clave del éxito.
José Donoso,
Presidente de la Asociación Empresarial Eólica.