En las películas de muertos vivientes hay que evitar a los zombis, porque convierten a su presa en uno de ellos. Por todo el mundo, entidades financieras más muertas que vivas se agarran a todo para seguir caminando, desde ser absorbidos por otros bancos hasta apoyarse en las ayudas de los gobiernos. Se trata de criaturas que caminan, pero que no resultan viables.
La aparición de estos monstruos ha despertado el miedo no sólo en los mercados, sino también entre los ahorradores. Tal y como informaba elEconomista, ya se han producido fugas de depósitos en entidades españolas sospechosas de tener problemas. Y el Banco de España se ha abstenido de intervenir dos cajas porque no quiere propagar el pánico. Gracias a las provisiones establecidas por el supervisor, el sistema bancario español está más fuerte que otros. Pero eso no significa que sea inmune.
El mejor antídoto contra un pavor que seque a las entidades de fondos consiste en que los depósitos estén garantizados. Desde la caída de Lehman, los gobiernos han decidido, con acierto, que la reestructuración se haga sin perjuicio para los que dejan su dinero a los bancos. Se trata de una solución a costa del bolsillo de los contribuyentes, pero evita el desastre que supondría un pánico bancario en el que todos retiran sus depósitos.
Sin embargo, la inseguridad continuará en tanto que se perciba que la purga del sector financiero puede continuar indefinidamente. Por eso, en España el banco supervisor debe actuar. Siempre será mejor un plan mediocre que uno bueno que no llega. El miedo no cundirá si se traza un plan que decida qué entidad está sana, cuál puede subsistir con arreglos y cuál se debe liquidar traspasando sus depósitos. En las películas, los buenos ingenian una forma de cortar las cabezas a los muertos. El Banco de España debe poner en marcha su plan ya.
El BCE sigue a remolque
Señalan los expertos críticos con la política monetaria del Banco Central Europeo que su presidente, Jean-Claude Trichet, sigue detrás de la curva o, dicho de otra forma, que está reaccionando muy tarde ante los efectos perniciosos de la crisis. Es como si sus decisiones monetarias fueran a remolque de las dificultades.
El organismo europeo rebajó ayer el precio oficial del dinero en 50 puntos básicos, con lo que los tipos de interés descendieron del 2 al 1,5%. Trichet cumplió con el guión que él mismo había escrito en enero. Probablemente da un pequeño paso más cuando deja la puerta abierta a nuevas bajadas, al tiempo que deja claramente abierto el debate sobre los tipos de interés cero. Lo que en otras circunstancias hubiera sido una agresiva estrategia monetaria expansiva -es una decisión histórica ya que nunca el dinero estuvo tan barato-, hoy se queda en un gesto moderado y, para algunos, incluso corto.
El doble error del BCE, de mantener los tipos altos durante casi todo el año 2008 dadas las presiones inflacionistas, y de haber reaccionado más tarde que el resto, provoca que ahora deba actuar con mayor rapidez y contundencia. Y, con todo, parece muy difícil que logre ponerse al día, pues los efectos de estas decisiones tardarán meses en surtir efecto. Así lo reconoce cuando sus previsiones para la zona euro ven una contracción de entre el 2,2 y el 3,2% para este año, es decir, una media de 2,2 puntos porcentuales más que en su última revisión. Además, la economía no crecerá en 2010, y antes preveía que sí.
No es que el BCE esté haciendo lo que tiene que hacer; es que ya no le queda más remedio si pretende estimular la economía.