Opinión

Nuevas lecciones de estrategia empresarial

La Casa de Papel no es una serie sobre atracos. Es la historia de la persecución milimétrica de un imposible. La audacia improbable de la empresa de El Profesor y su equipo es precisamente lo que conecta con más de 34 millones de espectadores. Todos tenemos ambiciones, todos buscamos o aspiramos a conseguir algo, más o menos realista. Lo que nos sugiere La Casa de Papel es que conseguirlo es una cuestión de estrategia.

El Profesor, el líder de esta particular banda de ficción, es el arquetipo del gran estratega: frío, meticuloso, calculador, obsesionado con la anticipación y el detalle. Analizar su modus operandi nos permite extraer algunas lecciones de estrategia que pueden resultar útiles, o al menos inspiradoras, a nuestros menos trepidantes objetivos y tareas, profesionales o incluso personales.

Todo empieza con un objetivo concreto, más o menos plausible pero bien aterrizado. No basta "quiero ser millonario" o "quiero perpetrar el mayor atraco de la historia", el objetivo debe definirse con máxima precisión: "Quiero robar 2.400 millones de euros de la Casa de la Moneda". Una meta bien definida nos permitirá saber qué tendremos exactamente si triunfamos; aún más, es la única manera de poder evaluar el triunfo o el fracaso.

La estrategia. El Profesor parte de una visión global y unos valores, de una forma particular y profunda de entender el entorno, detectar las oportunidades y anticipar el futuro. Entiende, por ejemplo, que la desconfianza hacia las instituciones es el sustrato perfecto que le asegurará la simpatía de la ciudadanía. Anticipando la ventaja competitiva que le proporcionará el apoyo popular, desarrolla una estrategia basada en valores compartidos, contagiosos y movilizadores.

El buen líder es aquel que tiene las capacidades que requiere la situación. El Profesor es un personaje alejado del perfil carismático, cercano y empático que describen los manuales actuales. Sin embargo, es el jefe perfecto para la empresa inverosímil de robar la Casa de la Moneda o el Banco de España: analítico, previsor, concentrado, perfeccionista, centrado en resultados y soluciones.

Planificar requiere análisis y tiempo. El Profesor pasa años preparándose; busca a las personas adecuadas para su equipo, calcula los recursos necesarios, estudia a sus enemigos.

Y diseña minuciosamente su plan. Extremadamente racional y metódico, se pregunta -y nos explica- por qué esa acción y no otra, con esa ejecución y no otra, con esas personas y no otras; anticipando en todo momento las consecuencias, reacciones y posibles desviaciones de cada situación.

El Profesor acierta al poner el foco en la especialización. No necesita un ejército para la empresa que se ha propuesto; necesita y utiliza unos perfiles muy específicos, con las habilidades necesarias para cada una de las acciones y el rol que les asigna dentro de la trama, entrenándoles larga y adecuadamente para ello.

Pero ni siquiera la planificación más detallada, fruto de la mente más racional y analítica, puede prever todas las variables posibles, ni anticipar todas las reacciones humanas. La improvisación tiene que contemplarse también como una posibilidad, como parte de la estrategia. Si sabemos en cada momento por qué estamos llevando a cabo una acción, qué queremos conseguir concretamente, será más fácil decidir una acción alternativa que logre lo mismo.

El adecuado control de los tiempos es clave para el éxito de un plan. El Profesor trabaja cronómetro en mano, tanto cuando se trata de ganar tiempo, como de no perderlo. Cada acción está diseñada para un preciso momento, anterior o posterior a otras acciones necesarias que habrán preparado el terreno para la siguiente o generado el ambiente o la situación adecuada para una posterior ejecución. Ni antes, ni después; ni demasiado pronto, ni demasiado tarde. La correcta gestión de los tiempos requiere una constante evaluación del plan y sus objetivos. A veces, habrá que acelerar el ritmo, mientras que en otras ocasiones lo inteligente será esperar.

Por otra parte, la estrategia no termina cuando se logra o se fracasa en el objetivo concreto. También es necesario planificar cuáles serán los siguientes pasos una vez conseguido el botín, cuando se alcance el objetivo.

Finalmente, con estrategia o sin ella, cualquier objetivo que nos propongamos, aunque no sea tan rocambolesco como el de esta serie de ficción, requiere de un elemento imprescindible: la pasión. "Cultivemos la belleza", proclama uno de los personajes de La Casa de Papel en la tercera temporada, como finalidad última de su empeño. La estrategia es una herramienta para maximizar las posibilidades de éxito, pero siempre habrá un margen de incertidumbre imposible de controlar. Esa falibilidad solo puede compensarse con grandes dosis de convicción, valentía y entusiasmo (como las que transmite la banda sonora de la serie).

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