
Todavía queda más de un mes para que el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, tome posesión oficial de la Casa Blanca y las relaciones diplomáticas de su Administración con China comienzan a mermarse. La conversación telefónica entre el empresario y la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, la semana pasada ha calentado los ánimos en Pekín, donde el People's Daily, el rotativo oficial del Gobierno, advertía que crear problemas en la relación entre China y EEUU es básicamente crear problemas para la primera potencia mundial.
Un tono más agresivo que el empleado por Wang Yi, el ministro de Exteriores chino, quien culpó de lo sucedido a Taiwán y quitó hierro al asunto, asegurando que el Gobierno estadounidense no romperá con años de tradición diplomática al respecto. Sin embargo, Trump, tensó la cuerda a golpe de tuit el fin de semana al escribir en la red social: "¿Nos preguntó China si era correcto devaluar su divisa, haciendo más difícil la competición para nuestras compañías, tasar nuestros productos en el país o construir un masivo complejo militar en la mitad del Mar del Sur de China? No creo".
Este mensaje no caló bien en la Administración de Xi Jinping, que en un editorial de la edición internacional del rotativo oficialista dejó claro que presionar a China sobre Taiwán, "reducirá en gran parte la oportunidad y el objetivo de hacer América grande de nuevo". Una situación que se produce después de que Trump tocase fibras sensibles tanto a nivel comercial como en materia de seguridad. Recordemos que el empresario incluye entre sus medidas más inmediatas calificar oficialmente a Pekín como manipulador de su divisa.
Por otro lado, Trump hizo uso de Twitter para anunciar que implantará un impuesto del 35% sobre aquellas compañías estadounidenses que trasladen empleos y operaciones fuera de las fronteras del país. Una medida que se produce después de que su administración llegase a un polémico acuerdo con Carrier para frenar el traslado de más de 1.000 empleos a México. La compañía recibirá incentivos fiscales por más de 6 millones de dólares y ayudas para formación de empleados por un millón de dólares durante la próxima década.
"EEUU rebajará sustancialmente los impuestos y las regulaciones para los negocios" tuiteó el presidente electo quien amenazó que cualquier empresa que abandone el país, despida empleados o construya nuevas fábricas en el extranjero y crea que venderá su producto en EEUU sin consecuencias o retribuciones "está equivocada".