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Pasión por los veleros clásicos, Menorca reune a los marineros más experimentados

La Copa del Rey de Barcos de Época, Trofeo Panerai, es un clásico de la vela del Mediterráneo. Cada final de verano, y ya es la sexta edición, lo más granado de los airosos veleros de competición supervivientes de pasadas décadas se da cita en aguas de Mahón para competir entre sí, como si fueran jovencitos recién salidos del astillero.

El último fin de semana de septiembre, el Circuito del Mediterráneo concluye en Cannes por todo lo alto, pero los amantes españoles de la vela clásica siempre prefieren la cita en Menorca, la tercera de las cinco regatas de una singladura que arrancó en Les Voiles D'Antibes, Francia, a principios de junio. Los pantalanes del Real Club Marítimo de Mahón (www.2008.velaclasicamenorca.com) lucieron elegantísimos, atestados de caobas, tecas y palosantos, las más nobles maderas para los mas elegantes veleros.

En esta edición participaron una docena de países, que compitieron encuadrados en tres grandes grupos. Los más veteranos, de la división de Época, tuvieron que botarse antes de 1950 (por tanto, los jovencitos se acercan a la edad de 60 años). Los componentes de la división de Clásicos son los que se botaron entre la fecha anterior y 1974, por lo que deben tener al menos 34 añitos.

Por último, existe la división de Espíritu de Tradición, donde regatean barcos que cumplen las condiciones de edad y dignidad de los anteriores, pero se han modernizado en algunos aspectos vitales, como estructura y aparejo, así como los veleros construidos en fechas recientes, pero empleando diseños, técnicas y materiales de tiempos pasados.

Vistosos duelos

Los participantes se tuvieron que fajar con suaves brisas que en ningún momentos superaron los 12 nudos, lo que restó algo de la tradicional intensidad a la regata. De todas maneras, se asistió a vistosos duelos, como el protagonizado por tres veteranos veleros de competición de finales del siglo XIX: el italiano Bona Fide (1899), de Giuseppe Giordano, el también italiano Abel (1896), de las hermanas Alexandra y Allegra Gucci, y el hispano-alemán Marigan (1898), del doctor Lisenhoff.

Venció el Bona Fide, pero esta victoria es anecdótica, porque lo que distingue a esta prueba es más el amor por los barcos que cualquier otra cosa. No obstante, el ganador en la división Época fue el monegasco Rowdy, un diseño del gran Nathanael Herreshoff para el Club de Yates de Nueva York, construido en el año 1916. Otro gran desafío se dio entre los Clásicos y los Espíritu de Tradición.

Compitieron a brazo partido el local Yanira de 15 metros de eslora; el holandés Stormvogel, un histórico velero que revolucionó el concepto de crucero de regatas en alta mar; el italiano Emeraude, todo un racer de las Admirals Cup de los años setenta, o el Barcelonas Calima, sin duda el crucero de regatas español con mejor palmarés, que muy modernizado disfruta de una segunda juventud.

Yanira, del año 1954 y diseñado por el noruego Bjarne Ass, fue el contundente ganador en Clásicos, pese a que es uno de los más veteranos, próximo a pasar a la categoría de Época. Con su patrón Federico García Planas al timón, se adjudicó la victoria en las cinco pruebas disputadas.

La división de Espíritu de Tradición la ganó el Calima, de Lola Puyal y con Chano Guasch a la caña. Es un diseño de Olin Stephens de 13 metros, construido en 1970 para Emilio Ybarra e Ignacio Aznar. Recuperado y radicalmente modernizado a principios por Javier Pujol hace diez años, es capaz de ganar a los más modernos cruceros de regatas. En clase y estilo, desde luego, su victoria está asegurada, aunque aquí, lo importante, es participar.

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