A veces no es sólo cosa de dos. Cuando las separaciones matrimoniales se saldan con pagos en acciones arrastran secretos corporativos a loas tribunales o se traducen en interminables juicios, las empresas también se ven afectadas.
Con 6.000 millones de dólares en su cuenta bancaria, es uno de los hombres más ricos de Estados Unidos. Pero Ronald Perelman, el hombre que luchó ferozmente por hacerse con la compañía de cosméticos Revlon y que logró que Morgan Stanley le indemnizase con 1.600 millones por fraude, tiene, como muchos otros titanes de los negocios, un talón de Aquiles: su afición a divorciarse.
La mesa directiva de MacAndrews &Forbes, compañía a través de la cual el ejecutivo de 63 años ha amasado gran parte de su fortuna, se atragantaba hace poco cuando los mentideros neoyorquinos anunciaban el que sería el cuarto divorcio del empresario. Desde 1965, Perelman ha contraído cuatro matrimonios y ha tenido seis hijos. Sus disputas en los tribunales no han sido un camino de rosas, sobre todo cuando en su tercer divorcio llegó a declarar en la cara de su ex esposa, Patricia Duff, que la hija de ambos podría ser mantenida con tan solo tres dólares diarios.
Finalmente, el multimillonario inversor se apuntó una nueva victoria y se quedó con la custodia de la pequeña. En el 2000, Perelman se casaba por cuarta vez con la actriz Ellen Barkin y seis años más tarde la pareja se encuentra en pleno proceso de divorcio. Y_a pesar de haber firmado un acuerdo prematrimonial, se espera que Perelman desembolse 20 millones a favor de Barkin.
Sin embargo, el multimillonario puede considerarse un afortunado, ya que sólo habrá gastado un 4 por ciento de su fortuna (200 millones de dólares) en solventar sus desavenencias matrimoniales.
El caso Perelman es la más reciente prueba de que en el mundo corporativo estadounidense los sonados escarceos y las esposas despechadas están a la orden del día. Para evitar disgustos que causen daños colaterales, cada vez más empresas comienzan a contemplar este delicado asunto personal en sus acuerdos y contratos corporativos.
Pagar a los ejecutivos parte de su sueldo en acciones se ha complicado tras el aumento de los divorcios entre los empresarios. Según la Academia Americana de Abogados Matrimoniales (AAML), esto se debe, en parte, a que ha dejado de ser un estigma social entre la elite financiera para convertirse en una situación cotidiana.
Su presidenta, Cheryl Lynn Hepfer, asegura que “las compañías sufren pérdidas de tiempo y dinero en los procesos de divorcio de sus directivos”. Añade que, “además, ponen en riesgo información confidencial que puede ser utilizada en su contra”.
Cada vez con más frecuencia, las empresas son llamadas a declarar en los tribunales durante los procesos de divorcio para esclarecer los valores económicos reales con los que recompensan a sus directivos. Muchas firmas protegen con cierta camaradería a sus administradores mediante el retraso de incentivos o recompensas accionariales hasta que sus divorcios hayan sido completados. Otras obligan a las mujeres a firmar contratos que las desvinculen del trabajo empresarial de sus maridos.
“No es extraño ver cómo los directivos mienten sobre sus ingresos, hasta el punto de llegar a declarar que ganan 50.000 dólares al año mientras su estilo de vida supera los 300.000”, explica Bruce L. Richman, un contable de Clifton Gunderson LLC. Otra estrategia es la de depositar el valor de las acciones en cuentas fiduciarias de paraísos fiscales, como las Islas Caimán, Belize o Gibraltar, donde las leyes sobre divorcio estadounidenses no están reconocidas.
Vencedores vencidos
Cuando el divorcio se paga en acciones, las tornas pueden cambiar en una empresa. El título de heroína del club de las ex esposas se lo lleva Anna Mann, la que fue segunda mujer del gurú mediático de 74 años, Rupert Murdoch, propietario de News Corp. Tras divorciarse en 1967 de su primer amor, Patricia Broker, Murdoch se casó ese mismo año con Mann.
Un matrimonio que duraría 31 años y que engendraría a tres hijos, pero que se vio truncado por el embelesamiento del financiero por una de sus empleadas, Wendi Deng. Aparentemente, el proceso de separación de Mann fue amistoso. Pero, obligada a abandonar la mesa directiva de News Corp, se calzó los guantes de boxeo y se hizo con cerca de 1.700 millones, que salvo 110 millones, cobró en acciones del imperio mediático.
Cuando en 1995 el inversor y pionero de la telefonía móvil Cain McCaw decidió terminar su matrimonio con Wendy McCaw, no sabía que sacrificaría la fortuna cosechada mediante la venta de licencias de telefonía móvil a AT&T a cambio de 11.500 millones de dólares una década antes.
Su mujer, escoltada por ocho abogados y cinco contables, quería 200.000 dólares mensuales para su manutención. Los secretos financieros de McCaw, que había comenzado una nueva aventura global de transmisión de datos por satélite a través de Teledesic, comenzaron a airearse. De la noche a la mañana, socios de la talla de Microsoft o Boeing se vieron obligados a desembolsar gastos judiciales y revelar información confidencial en el juzgado de Santa Barbara (California) dónde se desarrollaba la batalla.
Wendy se hizo con delicados secretos financieros, como que el fabricante de aviones haría un desembolso importante en Teledesic, y el juicio dio un giro inesperado. Aunque no se revelaron los detalles del acuerdo, McCaw regaló a Wendy diversos aviones, barcos, cuatro casas en California y cerca de 460 millones, gran parte en acciones de la telefónica Nextel.
Entre los más codiciados expertos en solventar las desavenencias matrimoniales de los grandes ejecutivos, actores, estrellas del deporte e incluso miembros de la realeza, se encuentra William Beslow. Mia Farow, Robert De Niro, Sarah Ferguson o Marla Maples, la segunda mujer del multimillonario, Donald Trump, han sido algunos de sus clientes. Beslow tiene fama de no ceder ante los rivales, sea cual sea su estatus, y de cobrar muy bien por ello.
En la lista de los divorcios corporativos no podía faltar Donald Trump, uno de los reyes del mercado inmobiliario de EEUU. En 1992 se divorció de Ivanna y, aunque sólo le costó 25 millones de dólares, fue muy sonado.
Tras escribir un libro, Ivanna se ha convertido en la mejor rival de su ex marido. La Ivanna Tower en Las Vegas será la torre residencial más alta del mundo. Cuenta con un portafolio que abarca viviendas de lujo en el arrecife de coral australiano y complejos residenciales en Abu Dhabi, Dubai y Shanghai.
La segunda ruptura de Trump, con la actriz Marla Maples en 1999, se saldó con un millón de dólares. Trump se casó el año pasado con la modelo Melania Knauss, previo acuerdo prenupcial. En más de una ocasión el millonario ha declarado que “siempre he querido tener un acuerdo prematrimonial en el que se pudiera leer: ámame para siempre, y si no, muérete”.
Las firmas de acuerdos prenupciales se han triplicado en los últimos dos años y, en 2005, alcanzaban los 5.000 mensuales, según el Instituto de la Igualdad Matrimonial. Hepfer no duda en afirmar que este tipo de acuerdos “se ha extendido, no sólo entre los directivos, sino entre los ciudadanos en general, sobre todo los que se casan pr segunda o tercera vez”.
Si no se consigue una separación amistosa como la de Warren Buffett y su difunta esposa Susan, que decidieron acabar con su matrimonio en 1978 sin pasar por un juzgado por el bien económico de ambos, la mejor decisión para blindarse de futuros desengaños es firmar un contrato.
En Nueva York, cualquier abogado exigirá que el documento se establezca al menos con tres meses de antelación de la boda y muy pocos se arriesgan a firmarlos en un periodo menor al establecido, “ya que el en el futuro el juez podría no darlo por valido por posible presión de alguna de las partes”, decía Hepfer. Estos acuerdos son caros:_un abogado cobera entre los 5.000 y 15.000 dólares por la gestión. Otra opción es contratar un intermediario, que cuesta un mínimo de 1.500 dólares.
Este tipo de rupturas no son sólo cosa de Hollywood:_la Academia Internacional de Abogados Matrimoniales tiene varias sedes por el mundo. Una de ellas, en Madrid.