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Con traje y corbata a más de 40 grados

Ofrecer la mejor imagen al cliente a veces tiene peaje. El protocolo en el vestir cambia poco para el hombre de negocios con el sofocante verano

El gobierno japonés sorprendió a medio mundo el pasado 1 de junio dejando sus tradicionales trajes de chaquetas en el armario y acudiendo a los despachos ataviados con vaporosas vestimentas. Un gesto inédito en una sociedad tan conservadora como la nipona que esconde una profunda justificación ecónomica: el ejecutivo necesita ahorrar energía para cumplir con el procoloco de Kioto. Y la apuesta por el atuendo informal no es un guiño de modernidad sino todo un plan para rebajar la factura eléctrica en los edificios oficiales cuando aprieta la canícula y la tentación es poner el aire acondicionado a toda máquina cueste lo que cueste al erario público.

Pero, ¿calará en las empresas la campaña Kuuru-bizu, juego de palabras japonés inventado con la suma de los vocablos ingleses cool -de moda- y business man -hombre de negocios-? No lo parece. Por desilusionante que les resulte a los hombres y mujeres de negocios obligados a "vestir correcto", el casual wear ya no está de moda. La libertad de indumentaria, que tan en boga se puso a principios del año 2000 con la era puntocom y condujo a los ejecutivos a sustituir la seria imagen encorbatada por una apariencia más informal, se infló y desinfló casi al mismo ritmo que evolucionaba la pompa de internet. Y la tendencia a desjerarquizar las empresas con vestimentas más flexibles que no marcasen diferencias visibles entre los trabajadores se enterró en el cajón.

De aquella época queda un pequeño reducto en los viernes, día en el que muchas compañías rebajan las exigencias y aceptan un atuendo algo más desenfadado.

Fuera de eso, en las empresas con códigos de vestir no suelen relajarse las pautas porque su razón de ser es ofrecer una imagen de respeto al cliente y eso no cambia como las estaciones del año. "Se trata de transmitir una imagen profesional a los clientes. De corrección, compromiso, seriedad y respeto", explica la gerente de recursos humanos de Deloitte, Cristina Prados.

En la firma "todo el mundo tiene asumida la imagen y es común para todas las líneas". Prados asegura que en Deloitte no existe un guión escrito para el vestir adecuado, pero se sobreentiende hasta tal punto que los candidatos a entrar en la compañía ya acuden trajeados a las oficinas cuando se enfrentan al proceso de selección. La única excepción llega cuando no está el cliente delante. "Lo que sí está escrito es que puedes ir de businesscasual en las reuniones internas nacionales e internacionales", desvela Prados.

Consultorías, bancos de inversión, bufetes de abogados, auditores y muchas, cada día más, multinacionales... El traje se impone sin concesiones y pese a los sofocantes grados de más del verano. Incluso comienza a suplantar en la versión más ligth a los vaqueros raídos y las socorridas bermudas de colectivos con imagen más desaliñada, como los informáticos cuando trabajan en compañías de renombre y deben desplazarse a los despachos de los clientes.

De la americana no se liberan ni los empleados de los concesionarios de coches, aunque pueden presumir frente a otros currantes de chaqueta y corbata de enfundarse trajes con tonos claros, porque empatizan mejor con el consumidor y facilitan las ventas.

Banqueros y creativos

Quienes sí se libran del protocolo son otros profesionales como los creativos, entre los que lo in es proyectar una apariencia cuidada pero vanguardista y de diseño. En otras compañías, como algunas cajas de ahorros y empresas de tecnologías, el código "es no llevar corbata porque se hace más cercano al cliente", señala Paz Herrera, responsable en Madrid de la consultora de estilismo quemepongo.es.

Pero son los menos. Si una empresa fija un estilo tradicional para la indumentaria, se impone el traje de toda la vida, clásico, a ser posible de tonos oscuros, fríos y sin estridencias. Transmiten seriedad y eficacia. A Coco Chanel se le atribuye la máxima: "viste vulgar y sólo verán el vestido. Viste elegante y sólo verán a la persona".

"En general, el atuendo debe ser discreto, elegante, que no distraíga la atención ni dé mala imagen al cliente", refiere la responsable de quemepongo.es. ¿El motivo? "Es tu tarjeta de visita y lo que los demás ven de tí. Tanto que, en ocasiones, ni siquiera tienes posibilidades de establecer una comunicación verbal, y de ahí la importancia para una empresa de la imagen que transmitan sus despachos o empleados."

El problema es que la receta es igual con los cero grados de enero y con los abrasadores días estivales. Ni desaparece la corbata ni la chaqueta, aunque muchas empresas permiten sustituirlas por jerseys más veraniegos o los siempre prácticos polos. Aparte del socorrido aire acondicionado, el recurso que queda a la legión de hombres y mujeres de negocios para sobrellevar el sofocante calor es optar por la manga corta bajo la americana y tejidos naturales y frescos, como el algodón o el lino.

En las féminas, absolutamente prohibido los escotes excesivos, transparencias, faldas por encima de la rodilla o camisetas que aireen la cintura. No son prendas, pero tampoco está bien visto el maquillaje excesivo y los complementos recargados. Y, pese a las limitaciones, la mujer está de suerte en días así frente a los varones, al poder despojarse de las chaquetas o sustituirlas por un chal y no sufrir la calurosa corbata.

La segunda incomodidad puede ser el presupuesto si no se gestiona bien. Pero contar con un buen fondo de armario -un par de trajes con sus camisas, zapatos y corbatas- es posible desde 600 euros. La buena noticia es que muchos complementos no caducan aunque pasen las estaciones. Aquí son los hombres de negocios los que aventajan a las féminas.

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