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Suspenso a Corredor: tecnocracia que debe producir réditos políticos

La ministra de Vivienda, Beatriz Corredor.

Decir de alguien que tiene un lugar encumbrado en la política que su perfil personal más acusado es el de opositora puede arruinar una carrera, salvo que entendamos por opositora aquella acepción de persona que acude a una oposición, como se decía en tiempo, para acceder al Estado. Corredor ha sido examinada por elEconomista y ha suspendido, con un 3,45 de nota media.

Desde su porte personal discreto hasta su meteórica manera de explicarse en público denotan esa trayectoria de oposiciones en la que ha sido primero postulante, después preparadora y luego juzgadora.

Beatriz Corredor puede afirmar con naturalidad que ella no estuvo en el mayo del 68 revolucionario, sencillamente por que nació dos meses después. Cuando concluyó la licenciatura en Derecho, eso, la oposición. A registradores de la propiedad, un cuerpo de élite donde los haya.

Su carrera política es breve y meteórica. Se afilió al PSOE en 2003; en 2007, consiguió una concejalía en Madrid en la lista de su hoy colega ministerial Miguel Sebastián. Y unos meses más tarde, ministra de la Vivienda.

Es cierto que el Departamento que se le asignó no ha gozado de buena prensa desde que Rodriguez Zapatero lo rescató del olvido en su primer Gabinete. Sus dos predecesoras salieron del mismo con suerte varia. La primera, María Antonia Trujillo, se quedó de diputada con el consuelo de la presidencia de la Comisión de Agricultura. Sin embargo, Carme Chacón mejoró de situación, es un decir, al pasar a la titularidad del Ministerio de Defensa.

Política y tecnocracia

Beatriz Corredor pone especial empeño en significar que el de Vivienda es un ministerio que articula una de las políticas prioritarias y de alto contenido social de la Administración socialista, pero sus presentaciones son, esencialmente, tecnocráticas, lo que no debe ser tomado como una crítica, sino como una explicación para que se le juzgue desde un cierto distanciamiento.

Su gestión en el Ministerio de la Vivienda está marcada por huir de la pésima imagen de sus predecesoras. No hay anuncios originales y administra bien el horror vacui de quien apenas tiene competencias y está obligado a trabajar con las comunidades autónomas, que son las que, en definitiva, rentabilizan (y no vean cómo) el dinero que pone el Estado para Vivienda.

En su todavía breve trayectoria ministerial ha superado el trauma de hacer un Plan Estatal de Vivienda cuatrienal sin ganarse la enemiga de los consejeros autonómicos. Algunos protestaron, pero firmaron luego. El Plan ha introducido algunas novedades muy razonables, sobre todo en lo que se refiere a las ayudas para la rehabilitación.

Pero Beatriz Corredor llegó al Ministerio con una papeleta muy seria, el colapso económico del sector de construcción residencial e inmobiliarios.

Es cierto que el Departamento de Corredor debería llamarse con mayor propiedad Ministerio de la Vivienda Pública, que es lo suyo, pero la crisis le ha caído encima.

Las ofertas de convertir pisos libres en pisos de protección oficial, cumpliendo determinadas condiciones, tropieza con problemas funcionales y financieros. Las ideas para desviar viviendas invendidas al negocio del alquiler tampoco ha cuajado por razones financieras, a pesar de que el programa de vivienda del Partido Socialista insiste una y otra vez en desmontar el modelo dominante de vivienda en propiedad.

Proyectos en curso

Acaso, con la reforma, en curso parlamentario, de la Ley de Arrendamientos Urbanos, de la ley de Enjuiciamiento Civil y de la Ley de Propiedad Horizontal que la ministra ha promovido, este sector pueda realmente avanzar.

Una cuestión heredada, como la controvertida Sociedad Pública de Alquiler, se convierte ocasionalmente en un quebradero de cabeza para la ministra.

El Congreso pidió su disolución, pero Beatriz Corredor no está por la labor de hacerlo, a pesar de sus mediocres resultados.

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