Mujer profesional

Marilyn Monroe, última entrega de un mito

Contacto de fotografías tomadas a la actriz Marilyn Monroe. Foto: Archivo
Hace años, durante una gira por Los Ángeles, me llevaron a ver el chalet en el que se suicidó Marilyn Monroe la noche del 4 de agosto de 1962. Lo que más me llamó la atención fueron las dimensiones de la casa. Una casa modesta y anónima en relación con la grandilocuencia de las exuberantes villas hollywoodianas. Pregunté cómo era posible que la diva hubiese tenido una casa tan pequeña. Mala administración, me respondieron.

Las 450 páginas que el escritor y psicoanalista francés, Michel Schneider, dedica a los últimos treinta meses de la vida de la famosa rubia en Marilyn, últimos días, última noche, también cuentan una historia de mala administración.

El doctor se hizo el protagonista

Pero no tanto de dinero, inversiones o contratos, sino de una materia más intangible: el alma. Schneider sabe perfectamente que sobre el mito de Marilyn se han escrito miles de páginas, pero también que los mitos son una reserva inagotable para el que decide sacar a la luz una nueva historia. Y en la historia que él cuenta, Marilyn desempeña el papel de actriz secundaria. El protagonista es el doctor Ralph Greenson, psicoanalista judío de origen ruso, en aquella época en la cincuentena, que, en 1933, visitó en Viena a Sigmund Freud.

En enero de 1960, la diva le pide ayuda. No es el gesto de una mujer en crisis, Marilyn ya había tenido antes tres psicoanalistas. Se trata de una necesidad material. Y es que, a pesar de los sedantes y antidepresivos, le resulta imposible afrontar el rodaje de Facciamo l'amore sin la ayuda de un terapeuta.

O, al menos, eso parece. Porque la relación entre la actriz y su médico, que comienza en un hotel de Beverly Hills, es, según el relato que hace Schneider, una apasionada comedia de equívocos y errores, donde la palabra muerte está escrita desde el comienzo.

Greenson pierde la cabeza por la actriz, pero no sólo quiere llevársela a la cama. Su objetivo es salvarla, meterse en su alma. Marilyn, a menudo desesperada, está acostumbrada a dejar que los psicoanalistas tomen las riendas de su vida por completo. Hasta el punto de dejar que le gestionen sus relaciones con los modistos, directores o productores.

Atada a su imagen

Más que a la vida ella está atada a su imagen. En los momentos de depresión extrema, su único consuelo son las sesiones fotográficas, que evocan la luz de una estrella que había muerto hacía tiempo, cuando, a los 20 años, entregaba su cuerpo a cualquiera que le prestase atención y su desnudez, a quien pudiese pagarla. O quizás ya antes, en la infancia.

Sesiones fotográficas y sesiones psicoanalíticas (el título francés es precisamente Marilyn, las últimas sesiones) son el único refugio de la rubia, mientras el matrimonio con Arthur Miller se rompe, los amantes -desde Yves Montand a Frank Sinatra- brillan rápidamente y se eclipsan, y en el horizonte aparecen los hermanos Jack y Bob Kennedy.

Incompatibles e inseparables, Marilyn y el doctor Ralph se pierden cada uno en los sueños del otro, seduciéndose, en un juego donde obsesivamente intercambian sus papeles: la imagen contra la palabra, la palabra contra la imagen. Tanto que, tras la muerte de la actriz, una oleada viscosa de descrédito se abatió sobre el psicoanalista, llegando incluso a ser acusado de ser el asesino material.

Cine y psicoanálisis

Aquí reside la escena del drama y del crimen. Pero no por las teorías que, a posteriori, reconstruyeron e indagaron en su vinculación. En la novela de Schneider, donde los documentos son tratados como informes de un caso clínico, las estrellas de cine y los psicoanalistas son criaturas de carne y hueso que un capricho de la historia reunió en la ciudad de Los Ángeles.

En los años del nazismo y de la guerra, se plasma una intensa vinculación entre el diván y la pantalla, entre la palabra y la imagen. Schneider no abandona nunca las zonas privadas de la relación entre Marilyn y Greenson -sobre la pareja surge una luz nueva, oscura a veces, pero nunca convencional- y pone también en escena una visión colectiva de Hollywood.

En ella, multitud de figurantes con nombres prestigiosos en busca del alma escurridiza de la ciudad de las apariencias, en un incesante vaivén entre la verticalidad del set y la horizontalidad del diván. Metidos en la fascinante trama trazada por el escritor francés, no sorprende encontrarse en una especie de árbol genealógico con relaciones más que tendenciosas.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky