
Lloret de Mar (Girona), 9 jun (EFE).- Lloret de Mar ha emprendido una reivindicación de su patrimonio indiano, que reposa en joyas arquitectónicas como Can Font o el Cementerio Modernista, pero también en elementos más espirituales, como la fórmula del daiquiri, cóctel que popularizó Hemingway tras ser ideado por un lloretense.
Constantí Ribalaigua fue aquel vecino de esta localidad gerundense, entonces marinera y hoy volcada en el turismo, que se instaló como empleado en el mítico La Floridita de La Habana, regido por otro oriundo de Lloret como era Narcís Sala, y que ideó un cóctel con zumo de limón, ron y azúcar que se expandió por todo el mundo.
Éste es prácticamente el último capítulo de una tradición indiana que se puede repasar en el Museo del Mar de Lloret, ubicado en Can Garriga, una propiedad de titularidad municipal desde 1981, al igual que Can Font.
El comercio de cabotaje era uno de los principales medios de vida de la localidad hasta que la Real Cédula de Libre Comercio de 1778 dio un vuelco a la situación y comenzaron a construirse veleros de grandes dimensiones con Cuba como destino estrella.
Entre 1830 y 1860, un total de 150 embarcaciones se levantaron en la arena de Lloret de Mar, que albergó unos astilleros en el paseo que hoy se sitúa frente a la fachada principal del ayuntamiento.
El Museo del Mar documenta toda esta historia, incluidas fotografías de exvotos de quienes se salvaron de tormentas, pero también constatando que una fuente de ingresos fue en ocasiones el tráfico de esclavos, una carga conocida como de 'sacos de carbón' o 'madera de ébano'.
América era vista como la tierra de las oportunidades para los vecinos de Lloret y, entre un tercio y un cuarto de su población, emigró para probar fortuna, aunque sólo entre un uno y un dos por ciento de quienes cruzaron el Atlántico cataron sus mieles.
Después vino el regreso de muchos de ellos, los indianos ricos, pero también quienes volvían como se fueron y de los que se decía que habían perdido la maleta en el Estrecho.
Los primeros dejaron un legado en forma de mansiones, entre las que destaca Can Font, pero también Can Garriga y, con papel destacado, un cementerio que es un museo del modernismo al aire libre.
Puig i Cadafalch o Bonaventura Conill i Montobbio son dos de aquellos arquitectos contratados por los indianos de Lloret de Mar, empeñados en mostrar sus éxitos americanos con una esposa que tomaban a su regreso, una casa de relumbrón y un panteón del que presumir en la otra vida.
El espacio frente al ayuntamiento se convirtió en una especie de paseo caribeño, ahora sembrado de hoteles, pero hogar entonces de indianos, potentados que nunca dejaron Lloret y de los primeros veraneantes.
Quedaba otra reforma por hacer, como era la de la iglesia, una edificación del siglo XVI que los llegados de América adaptaron al modernismo imperante en su época.
El más acaudalado de todos era Narcís Gelats que, sin dejar nunca las nuevas tierras en las que se había afincado, pagó buena parte de aquella reforma.
El edificio de la Banca Gelats y la casa de su propietario se conservan todavía en La Habana, mientras que la iglesia de Lloret albergó un altar dedicado a la patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre, que perdió durante la Guerra Civil.
La joya de la corona es de todos modos Can Font, la casa que el conocido como Conde de Jaruco, Nicolau Font, se hizo construir en 1877 en el mismo sitio en el que había vivido antes del gran viaje y, por lo tanto, lejos del paseo marítimo en el que se habían instalado indianos y acaudalados varios.
Quienes concierten hoy una visita guiada podrán disfrutar de la cerámica valenciana del suelo original, de unas estancias que conservan despacho, sala de música, sala de los caballeros -la reservada para fumar, beber y charlar- o incluso de un lavabo de cortesía para uso de los invitados.
El poeta Jacinto Verdaguer se alojó un par de noches en Can Font en 1898 y todavía se pueden recrear aquellos momentos de señores, amigos y servicio repartidos por las cuatro plantas de la propiedad.
Los turistas que quieran imbuirse de todo ese espíritu indiano tendrán una oportunidad del 16 al 18 de junio en la sexta edición de la Feria de los Americanos, que incluye visitas a todos esos espacios y también una recreación de La Floridita, el templo de los daiquiris de Hemingway.
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