
A las grandes compras de bonos del Banco Central Europeo y del Banco de Japón se unirán los estímulos anunciados esta semana por el Banco de Inglaterra. Mientras la Reserva Federal sigue debatiendo un alza de tipos este año, la deuda de las empresas estadounidenses se ha convertido en un atractivo para inversores extranjeros ante la falta de rentabilidad en activos de renta fija
Con más de 10 billones de dólares en deuda soberana registrando un rentabilidad negativa como consecuencia de la masiva ingesta de activos por parte del Banco de Japón y el Banco Central Europeo, la renta fija se ha convertido en un mercado difícil a la hora de generar rendimientos. No sólo los estímulos de Hahuriko Kuroda o Mario Draghi, quienes experimentan con tasas de depósitos negativas y otras fórmulas monetarias en busca de reavivar la inflación, maceran esta situación. La resaca dejada por el referéndum a favor del Brexit en Reino Unido ha frenado en seco la divergencia que el Banco de Inglaterra y la Reserva Federal planeaban a comienzos de año en su hazaña por normalizar sus políticas y encarecer gradualmente el precio del dinero.
Sin embargo, la decisión del electorado británico de pedir el divorcio a sus socios de la Unión Europea no sólo diezma los planes de Mark Carney y sus chicos, sino que ha generado consecuencias colaterales, como la caída de la rentabilidad del bono americano a 10 años, que llegó a tocar mínimos históricos en las semanas posteriores al voto a favor del Brexit.
Si el Banco de Inglaterra se ha visto obligado a relajar de nuevo su política monetaria esta semana, bajando los tipos al 0,25 por ciento -mínimos históricos para esta institución-, a este lado del Atlántico, tras conocer el enclenque crecimiento económico en el segundo trimestre y los positivos datos de creación de empleo publicados el viernes, Janet Yellen se encuentra en una encrucijada para subir tipos este año. Los más optimistas plantean un incremento de 25 puntos básicos en diciembre, una minoría que no consigue sobrepasar a los que consideran que la próxima vuelta de tuerca monetaria no llegará hasta bien entrado 2017.
En estas circunstancias, donde la deuda soberana más segura no produce dinero y donde la renta variable americana sigue encareciéndose, los inversores extranjeros parecen haber encontrado su particular oasis en la deuda corporativa estadounidense. Según las estimaciones que baraja Nathaniel Rosenbaum, estratega de renta fija de Wells Fargo Securities, los tenedores extranjeros de deuda empresarial americana han aumentado en 5 puntos porcentuales en lo que llevamos de año, lo que hace pensar que el 40 por ciento de este mercado de deuda se encuentra ya en manos de inversores internacionales. Una cifra histórica.
?El mercado de crédito corporativo estadounidense sigue siendo el más líquido y con mayor rendimientos de las economías avanzadas, lo que le ofrece una ventaja competitiva cuando se compara con otros mercados?, justifica Rosenbaum. Este experto reconoce que existe una ?desesperada? búsqueda de rentabilidad, especialmente por parte de inversores de países con tipos de interés negativos, pero incide que ?no todos los compradores extranjeros de deuda corporativa de EEUU se comportan igual?.
En este sentido, es importante tener en cuenta que los inversores asiáticos, especialmente de Taiwán, se han convertido en los principales interesados por el crédito empresarial americano, aunque los tenedores europeos siguen multiplicando por cinco el número de asiáticos. Es por ello que cualquier desinversión por parte de los inversores del Viejo Continente ?generaría una amplia brecha? y provocaría una caída de precios en picado, según las estimaciones barajadas por los expertos de Wells Fargo.
Trasvase desde la renta soberana
A día de hoy, con la rentabilidad del bono americano en el 1,6 por ciento, no es extraño pensar que la escapada de deuda soberana, especialmente americana, hacia la deuda empresarial debería continuar. Tanto el Banco de Japón como el BCE y el Banco de Inglaterra se verán obligados a incrementar sus estímulos al mismo tiempo que la Fed seguirá atada a su modo de espera.
Si los inversores de los 24 países con un mayor número de bonos del Tesoro estadounidense en cartera decidieran virar el 10 por ciento de sus activos en deuda soberana hacia renta fija corporativa, estaríamos hablando de 380.000 millones de dólares adicionales irrumpiendo el mercado de crédito empresarial patrio en los próximos meses. Entre los siguientes posibles interesados en estos activos, Wells Fargo menciona inversores de países como Australia, Dinamarca, Italia o incluso España, donde el apetito por la deuda empresarial americana se ha disparado en el último año.
Una euforia que también enfrenta retos a medio plazo. La compran de bonos corporativos del BCE ha puesto en boga que muchas empresas estadounidense emitan deuda denominada en euros, lo que se conoce en la jerga financiera como reverse yankees. Al mismo tiempo, la explosiva tasa de crecimiento en Taiwán también está invitando a algunas compañías americanas a emitir deuda en dólares taiwaneses (conocidos como bonos Formosa).
Además, no todos los inversores extranjeros se dejan deleitar por la rentabilidad de la deuda corporativa americana. Las presiones económicas que enfrentan algunos países, especialmente en Oriente Medio o en China, han obligado a desinvertir en esta clase de activos.