
En los últimos tiempos, parece que crece la división de opiniones entre EEUU y la Eurozona sobre una hipotética salida de Grecia de la Eurozona y/o un default heleno. Mientras que los primeros advierten de la gravedad, los segundos aseguran que los riesgos están controlados. El colapso de Lehman Brothers y sus lecciones ayudan a entender esta divergencia.
Así lo analiza Gillian Tett, columnista del diario Financial Times. Tett reconoce que una parte de ello puede venir directamente del cansancio que provocan las infructuosas negociaciones con Grecia, y es lógico que se busque racionalizar una de las posibles consecuencias de tomar una posición dura con el país heleno. Pero, de fondo, lo que más pesa es el fantasma de Lehman Brothers.
Problema pequeño, crisis enorme
¿Qué aprendieron los estadounidenses de ese episodio? Una lección muy dura: que un shock relativamente pequeño (Lehman no era de los bancos más grandes de EEUU) puede provocar una reacción en cadena e infligir un daño mucho mayor del previsto. Y, ahora, desde EEUU se ven puntos en común entre ambas situaciones.
En primer lugar está la evaluación de riesgos. En 2008, después del colapso de Bear Stearns a principios de año, reguladores y banqueros se lanzaron a identificar posibles nuevos riesgos y anticiparse a una nueva crisis financiera. El problema es que hubo un punto en el que no cayeron, un riesgo oculto, por decirlo de alguna manera: la legislación de Reino Unido y la de EEUU protegen a los inversores de manera distinta, lo que agravó la crisis.
En segundo lugar está la pérdida de fe. La quiebra de Lehman Brothers provocó una desconfianza generalizada en el resto de entidades. No solo porque pudieran tener problemas similares, sino porque significaba un punto de inflexión en cuanto a la respuesta de las autoridades, ya que se había dejado caer una entidad. Su caída hizo cambiar totalmente el paradigma, y de ahí el pánico en los mercados monetarios y la crisis de crédito.
Este segundo punto entronca directamente con el tercero: la respuesta política. Porque tal y como recuerda la columnista del FT, no fue la caída en sí de Lehman lo que desató el miedo, fue el rechazo al primer fondo de rescate bancario en el Congreso, apenas un par de días después, lo que hizo cundir el pánico. La incertidumbre política nunca ha gustado a los mercados.
El riesgo de ser demasiado optimista
Es posible que la Eurozona pueda evitar estos riesgos, que los haya calculado bien y no pasara nada en caso de que Grecia dejara el euro o que impagara su deuda. Al igual que en 2008, reguladores y banqueros llevan meses estudiando la posibilidad. Países como España o Irlanda han mejorado mucho su situación, lo que limita el riesgo de contagio. Y quizá los políticos europeos sean capaces de dar una buena respuesta, rápida y unificada, llegado el caso.
Pero como concluye Tett, está el riesgo de ser demasiado optimista con estas asunciones. Quizá las autoridades hayan identificado y evaluado correctamente los riesgos más evidentes, pero los estadounidenses se preocupan por esos riesgos ocultos. Grecia está lejos de ser el único país de la Eurozona con problemas económicos. Y, desde luego, no hay ninguna garantía de que la última sorpresa política llegara desde Grecia o de que la respuesta fuera rápida y eficaz.
Porque quizá haya una cuarta lección que aprender del colapso de Lehman Brothers: cuando se desata una crisis, el valor de los elementos afectados se desploma. El agujero de Lehman acabó siendo muchísimo mayor de lo que cualquiera hubiera calculado o imaginado. Y lo que asusta y preocupa es que en el caso de Grecia esto vuelva a repetirse, tanto para el propio país como para el conjunto de la Eurozona.