
Madrid, 4 dic (EFE).- Ácido, deslenguado, "boca de cloaca", terapéutico y verborreico, por la velocidad vertiginosa con la que las palabras brotan de su boca. Así es el humor del actor argentino Enrique Pinti, que ha vuelto a cruzar el charco para provocar la carcajada con su hilarante análisis sobre las crisis, "en plural".
"Los argentinos sabemos mucho de qué va esta milonga", asegura el astro argentino en una entrevista con Efe, antes de presentar en Madrid, en los Teatros del Canal, su último monólogo de humor, "Pinti recargado".
Su edad, 75 años, y su condición de argentino, le autorizan, asegura durante la conversación, a un ritmo tan trepidante como se expresa sobre un escenario, para hablar de crisis: sociales, económicas "y de nervios" que "ya se viven de forma global. Se sufren acá y allá".
"El mundo está muy mal, siempre estuvo muy mal. Lo que pasa es que cuando uno tiene 30 o 40 años cree que todo va a cambiar, pero cuando se tiene la mía uno se da cuenta de que lo único que pasa es que todo se repite", argumenta Pinti.
Enrique Pinti ha llegado a España "recargado", porque viene dispuesto a no dejar títere con cabeza, y porque ha podido en estos últimos meses "recargar las pilas". "Se hace muy difícil vivir -dice-, aunque no sea mi caso pues soy una persona que hace lo que quiere y además le pagan por ello. No lo paso mal, de ninguna manera, pero uno vive en un mundo tan complicado, con tantos problemas....".
Antes, los argentinos, continúa, "por inconsciencia o por falta de información, creíamos que todo lo mejor estaba fuera. Vivíamos con la esperanza de irnos algún día de ese p... país. Ahora, que la información es mayor, uno ve el panorama fuera y se pregunta, ¿pero bueno, a donde voy yo?, con la que está cayendo también afuera".
"Los argentinos -dice socarrón- somos muy buenos socorristas, pero muy malos terapeutas. Si te agarra un infarto en la calle, el vecino te salvará, porque te hará un torniquete, el boca a boca, lo que sea con tal de que no mueras. Ahora bien, cuando llega el momento de atender al enfermo, de decirle lo que tiene que hacer para que no le vuelva a ocurrir, haga esto o aquello, para eso un argentino no sirve. Por eso salimos rápido de las crisis, pero luego pasa lo que pasa".
Y recuerda los años del "corralito", en los que "todo el mundo pensó que Argentina se hundía. Incluso nosotros dijimos que de esa no salíamos. Pero llegamos al colmo y a los dos años se estaba saliendo. Con medidas drásticas, como ese torniquete o ese boca a boca, pero lo que es bueno para un momento concreto no es bueno para diez años seguidos. Eso pasó siempre en las crisis argentinas".
Pinti, que con su anterior monólogo de humor, "Salsa criolla", en el que, entre otros asuntos, hacía mofa sobre la llegada de los españoles al continente americano, y que estuvo en cartel más de una década, está convencido de que "cada generación es más mala que la otra" y de que el humor tiene cualidades terapéuticas.
"Hay una parte de nuestro ser -destaca- que no nos pueden comprar, hipotecar, secuestrar...Para eso puede ayudar mucho el humor. El humor trascendente, aunque pueda sonar pretencioso, que vaya al hueso de las cosas; y para ello hay que arriesgar".
Cree que las crisis "son momentos propicios para hacer humor", y vivir en determinados países, como el suyo, también. "Con Menem o De la Rua no nos aburrimos ni un minuto. Para hacer humor era 'papita pal loro', como decimos los humoristas argentinos".
"Mucha gente me ha dicho -afirma- que si yo hubiera nacido en Suiza no hubiera tenido éxito. A lo mejor. Pero también creo que los suizos sufren crisis infernales. ¿Cómo es posible que en países como ese, como Suecia u otros aparentemente apacibles hayan ganado escaños partidos de ultraderecha? Si eso es la civilización, me quedo en el Amazonas".
Sobre su forma de hacer humor, de cuestionar el poder, destaca que está "muy pegado a la calle", muy "próximo a los problemas del común de los mortales", y refiriéndose a su "boca de cloaca", escatológica y palabrotera, dice que ya la tenía de niño.
"Por una cuestión familiar: las mujeres de la familia de mi padre decían muchas palabrotas, aunque fueran de la burguesía media y de misa diaria. Pero tenían una lengua infernal".
Ya entonces asoció "la mala palabra" con la risa. Y hasta hoy. "Al principio fui muy criticado, incluso perdí por ello apoyos publicitarios. Todo se desmadró. Y ahora hablando parezco el papa. Soy Pinti el maestro", y para muchos de sus incondicionales seguidores "un terapeuta". "Vienen a verme a mí y se ahorran la sesión del psicoanalista".