Tras lo ocurrido en las últimas semanas será imposible que en la primera gestora independiente del mercado español, Bestinver (propiedad de Acciona), levanten una estatua a quien se había erigido en el padre de la santísima trinidad del mercado español, Francisco García Paramés, pertrechado por Álvaro Guzmán y Fernando Bernad.
Hijo y espíritu santo, de momento, continúan. Pero la desordenada salida de Paramés deja sólo en los primeros días una herida abierta que le ha hecho perder a Bestinver más del 10 por ciento del patrimonio gestionado en fondos y planes. La pregunta ahora es hasta dónde puede alcanzar la hemorragia por la marcha de un gestor elevado a los altares, regado hasta el exceso en su pago, que debe cumplir las cláusulas de un contrato que le obliga a permanecer algún tiempo alejado de la gestión y mantener el 75 por ciento de su patrimonio en Bestinver cinco años.
Las dos partes han desvirtuado la sucesión de Beltrán de la Lastra, procedente de la gestora de J.P. Morgan, que sin una legión de correligionarios tiene un brillante cartel. Pero ni Bestinver ni Paramés han sabido gestionar que Paco, como todavía se le llama en la casa, tenía la cabeza puesta en otro lado desde el momento en que Acciona puso en venta la gestora (el propio Paramés buscó comprador), y sin embargo desde el comienzo del verano es un activo que no se vende.
La salida de Paramés servirá para contrastar aquello que dice el flaco Menotti, que ningún jugador es más grande que su equipo... Aunque los hay, porque un buen artista copia, y un gran artista roba (Picasso), y esto es lo que tendrá que volver a demostrar el genio del estilo valor en España. Deberá descubrir el potencial descuento con el que algunas compañías pululan por el mercado y esto le permitirá seguir mitificado por los inversores.
Como lo fue el Johan Cruyff, que mediada la treintena corría todavía como gacela indómita pensando más en sus extractos bancarios, después de haber hecho las américas y de cobrar 12.000 euros por partido en el Levante, en Segunda, en 1981. Entonces inventó el penalti indirecto. Con una simplicidad maravilló al mundo. En lugar de lanzar la pena máxima, sacó en corto a Olsen, éste le devolvió la pelota para marcar a puerta vacía ante un portero atónito.