Seguramente uno de los lugares menos democráticos del mundo es una empresa. Esencialmente porque cuando se adquieren responsabilidades se inocula en muchas de ellas la jerarquía militar. Son muy pocas las ocasiones en las que los responsables capitales de un proyecto se convierten en un bloque sin fisuras para exprimir sus logros, y que no sean los egos, las envidias o los instintos de supremacía o liderazgo los que se impongan.
Esto es precisamente lo que no ocurrió en la serie Friends, una de las más rentables de la pequeña pantalla, que curiosamente en España se estrenó con el retrogrado título de Colegas. Los seis actores que interpretaban a Rachel, Monica, Phoebe, Joey, Chandler y Ross, a la vista del éxito que estaba teniendo la serie, decidieron conjuntamente pedir un aumento de sueldo. Durante el resto de años que estuvieron en pantalla percibieron el mismo salario con lo que seguramente consiguieron evitar lo que les ocurre a algunos actores al final de una temporada. Entran al despacho del productor y piden más emolumentos, y este llama al guionista para que escriba que el tipo se fue al Amazonas y los jíbaros le redujeron la cabeza. Al fin y al cabo, como el mundo se mueve gracias a las equivocaciones, hay que conceder a los errores de los jefes el descargo que son los que toman decisiones.
Si hay un mundo en el que no se entiende la democracia ése es el fútbol. Sin embargo hay un ejemplo sorprendente de corporativismo en el Corinthians de Sócrates. Cuando todavía quedaban tres años para el final de la dictadura brasileña, El doctor, como se llamaba Sócrates por su formación, protagonizó dentro del club una auténtica revolución cuyo objetivo era la celebración de elecciones (diretas já). Se estableció un sistema de autogestión en el que jugadores, técnicos, directiva y trabajadores del club deliberaban las decisiones. El dinero de primas, recaudación, publicidad y televisión se repartía por igual entre todos los empleados. El equipo ganó dos campeonatos... Pero el mensaje era más importante. Por ese motivo cuando los jugadores del Corinthians saltaron al rectángulo de juego al final del campeonato paulista lo hicieron con una pancarta en la que estaba escrito: ganar o perder, pero siempre en democracia.