Una de las realidades que explica por qué el fútbol no se entiende como un negocio es que a barco sin puerto cualquier viento le vale. Especialmente en el caso español, que adolece de estructuras profesionales encaminadas a generar beneficios reales al margen de los emocionales.
El fútbol hispano debe tener sus raíces además en el catolicismo, por lo que rechaza el éxito económico, salvo para sus dirigentes o los negocios que a través de él hacen algunos presidentes. Todo lo contrario del germano, que se acuna en la Ética protestante y el Espíritu del capitalismo de Max Webber, y tiene ejemplos recientes de barcos que sí saben a qué puerto se dirigen. El Borussia Dortmund ha quintuplicado su valor, ha conseguido financiarse en el mercado, reducir deuda, generar beneficios y retribuir al accionista. Es la demostración de aquello que dice el escritor argentino Alberto Laiseca, que "este es un mundo mágico y no se puede imaginar lo que no existe", motivo por el que un equipo de fútbol puede ser rentable partiendo de la quiebra.
Tras ganar en 2002 la Bundesliga y ser subcampeón de Europa, el Borussia Dortmund se encontró con deuda, una plantilla envejecida y sueldos mastodónticos. La solución pasó por la recompra del Westfalenstadion a un fondo de inversión controlado por el Commerzbank, un crédito de Morgan Stanley y la entrada del banco de inversión en el accionariado. Este se completó con una ampliación de capital por la que el máximo accionista posee el 10 por ciento, mientras que el 90 por ciento restante está repartido entre minoritarios, porque en Alemania los clubes de fútbol no pueden tener ningún accionista que controle más del 50 por ciento. Las obligaciones de estar en bolsa han proporcionado al equipo una disciplina empresarial que debería imitarse en muchos equipos. El éxito es tan rotundo que hasta en la elección del director de orquesta, el entrenador plenipotenciario, que tiene que hacer que en el campo la gestión empresarial sea un éxito, se estudió como una operación quirúrgica.
Se fichó a Jürgen Klopp, que como manager había hecho milagros en el Mainz 05. Un cerebro táctico, que ha logrado que Europa entera le envidie por la presión que hacen sus 11 jugadores después de la pérdida de balón. Enérgico pero comprensivo, se escuda en que "cuanto más te preocupes por la persona, más obtendrás a cambio"; a veces también es estridente, cuando llega a decir que "a Wenger le gusta jugar al fútbol como una orquesta silenciosa, y a mí me gusta el heavy metal". Pero siempre ganador. Dice que "si hubiera visto al Barça de Guardiola con cuatro años, se hubiera dedicado al tenis". Pero no lo hace como crítica, lo dice porque lo que le gusta del fútbol es que "siempre hay cosas que puedes hacer para que un equipo pueda ganar la mayoría de los partidos".