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Grosso, la piedra del principio de tensión permanente

La adaptación al medio es el principio del éxito. En muchas ocasiones por encima del talento. El director financiero de una de las grandes compañías españolas utiliza como ejemplo el principio de tensión permanente que le enseñó el dueño de un grupo familiar en el que comenzó su carrera: "Mira, esto de las finanzas es mucho más sencillo de lo que vosotros pensáis con tantos másteres. Hay que tener siempre una piedra dispuesta en el bolsillo y, de vez en cuando, atizarle a un banco. Al que sea, quitarlo y poner a otro. Para que no se sientan cómodos".

Son muchos los entrenadores que se sirven del principio de tensión permanente para sacar el máximo rendimiento de sus jugadores. Marcello Lippi en los siete partidos en los que ganó el Mundial de 2006 en Alemania utilizó a 22 jugadores -sólo no disputaron minutos los dos porteros suplentes de Buffon-. Prueba de que no había un teórico once indiscutible es que dieciséis de los jugadores disputaron minutos suficientes como para completar dos encuentros. Sólo Buffon y Can-navaro, indiscutibles estrellas del equipo junto a Pirlo, mantuvieron la titularidad.

La pedrada de Lippi en aquel mundial fue Fabio Grosso, un jugador de equipo que su aval para llegar a la selección era el octavo puesto que había logrado con el Palermo. Había sido convocado anteriormente por Trapattoni tres años antes, pero nadie en Italia se atrevía a compararlo con Facchetti, Cabrini o Maldini en el lateral izquierdo.

Sin embargo, resulta complicado encontrar un jugador tan decisivo que casi no estaba en los cromos. Grosso era el sargento furriel del ejército de Lippi, para quien "da igual si eres simpático o borde, si eres amigo de los jugadores o coronel; hay que hacerse respetar y ser una guía fuerte hasta cumplir el objetivo". El ganador de una Intercontinental, una Copa de Europa, una Supercopa, una Coppa italiana y cinco Scudettos, desmitificó el catenaccio jugando con cuatro delanteros frente a Alemania en la semifinal de 2006: Totti, Laquinta, Del Piero y Gilardino.

Pero fue Grosso el que dio el gol de la victoria a escasos minutos del final del partido que expulsaba a Alemania de su mundial. El mismo que provocó un decisivo penalti en un partido trabado frente a Australia en octavos. Y, sobre todo, quien marcaba la última pena máxima en la tanda frente a Francia de la final después del fallo de Trezeguet. Italia se proclamó por cuarta vez campeona del Mundo, en gran medida por la pedrada que Lippi dio con Grosso.

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