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¿Rebelión en la Fed? A Bernanke le crecen los enanos

El presidente de la FED, Ben Bernanke.

Es una tradición que los nuevos presidentes de la Reserva Federal lo pasen muy mal en los primeros tiempos de su mandato. Le pasó a Paul Volcker con la crisis del petróleo, a Greenspan con el lunes negro (la mayor caída diaria en la historia del Dow Jones, en 1987) y le ha pasado a Bernanke con la crisis subprime.

Pero hasta ahora, estos presidentes contaban con el apoyo incondicional de sus equipos para salir adelante.

Decimos hasta ahora, porque ayer se produjo la primera rebelión interna en la historia de la Fed que se hace pública en los medios de comunicación. La protagonizó el presidente de la Fed de Richmond, Jeffrey Lacker, quien criticó abiertamente las medidas adoptadas en marzo por Bernanke para evitar el pánico en el sistema financiero. Concretamente, las masivas inyecciones de liquidez a los brokers (no a los bancos) y el rescate de Bear Stearns.

Riesgos excesivos

Lo peor es que lo que dice Lacker tiene todo el sentido del mundo y es compartido por numerosos analistas y comentaristas. Su argumento principal es el famoso "riesgo moral" (moral hazard) que consiste en que, al lanzar un mensaje de que la Fed siempre saldrá al rescate, se incentiva a los participantes en los mercados a asumir riesgos excesivos. Y eso, a su vez, puede provocar crisis más frecuentes en el futuro.

Por eso, Lacker pide a la Fed que establezca unas fronteras claras para su ayuda a los mercados. Pero claro, después de lo ocurrido se teme que los inversores no se creerían esas fronteras... salvo que una firma financiera quiebre de verdad y la Fed no la salve.

Y Lacker no está solo. Otros miembros de la Fed hicieron ayer declaraciones en este sentido, aunque menos contundentes que las del presidente de la Fed de Richmond. El de la Fed de Filadelfia, Charles Plosser, admitió que la Fed "corre el riesgo de sembrar las semillas de la próxima crisis". Thomas Hoenig, de Kansas City, añadió que las acciones de la Fed "probablemente debilitarán la disciplina del mercado". Y Gary Stern, de Minneapolis, se mostró a favor de frenar la expansión de la "red de seguridad" para el mercado.

¿Y ahora qué?

Bernanke y los fieles que le quedan siempre han reconocido el riesgo moral al que se refiere Lacker, pero han considerado que es el mal menor comparado con la catástrofe que puede suponer un pánico generalizado en el sistema financiero. Porque si se dejaba caer a Bear Stearns, por ejemplo, los millones de operaciones en los que era contrapartida de los demás bancos de inversión podían haber arrastrado a todos los gigantes de Wall Street.

Tenga razón quien la tenga, esto nos deja varias consecuencias, a cual más interesante. La primera es que llevamos dos acontecimientos históricos relacionados con la Fed en una semana (el anterior fue que su presidente se refirió por primera vez en la historia a la evolución del dólar), y eso quiere decir algo. Algo está cambiando en el banco central de EEUU y, seguramente, en el sistema financiero norteamericano y mundial. Al final va a resultar que Greenspan tenía razón y estamos ante la crisis más grave desde la Gran Depresión, que marcará -como aquella- un antes y un después.

Inquietud en el mercado

Otra conclusión es que ahora la credibilidad de la política de la Fed queda seriamente dañada. Y todos sabemos que la credibilidad es el principal activo de un banco central, crucial para que sus decisiones sean efectivas. Bernanke tuvo que ganarse duramente la suya al principio de su mandato, y con la crisis la puso en riesgo al bajar los tipos tan agresivamente (cuánta gente no ha recordado lo de 'Helicóptero Ben'). Lo de Lacker puede ser la puntilla. O no, porque tal vez el efecto será sembrar la inquietud en el mercado sobre si la Fed siempre va a actuar igual, y eliminar así el famoso 'put’'de Bernanke. Es decir, Lacker puede eliminar la distorsión del mercado que él mismo critica.

Finalmente, no nos queda sino sentir envidia por un país en el que hasta el Banco Central admite la crítica y el debate internos sobre las cuestiones cruciales, más allá de banderías políticas o posiciones de cara a la galería. ¿Se lo imaginan en España? ¿A que no?

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