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El milagro luso y la maldición al Benfica de Guttman

Portugal debe anunciar en próximas fechas si opta por una línea de crédito de seguridad para sus cuentas públicas, que dé continuidad al programa de rescate de 78.000 millones de euros solicitado a la Troika en abril de 2011 y evitó entonces la bancarrota desordenada. La alternativa es renunciar a más ayudas y protagonizar la denominada salida limpia como la que ya hizo Irlanda. La diferencia es que en el caso portugués sería un verdadero milagro porque mientras en el caso patricio se rescataba espúreamente al país por los problemas de la banca, en el luso se auxiliaba a una economía hastiada, endeudada y, lo peor de todo, sin esperanzas de regeneración.

Después de once trimestres de caída del PIB hasta niveles de 4 por ciento, la economía portuguesa vuelve a crecer en un país que parecía eternamente condenado al averno. Y se podría afirmar que la política de recortes y ajustes que el Gobierno conservador de Passos Coelho ha hecho es el ejemplo más claro en Europa de dejar metido en un cajón aquella frase del presidente del Eurogrupo Jean-Claude Juncker de que "todos sabemos lo que tenemos que hacer. Lo que no sabemos es cómo ser reelegidos después de hacerlo".

Sobre Portugal parecía pesar una maleficio como el que lanzó el entrenador húngaro Bela Guttman, al ser despedido del Benfica al que había hecho campeón de Europa en dos ocasiones. "Nunca, ni en cien años, el Benfica volverá a ganar un título en Europa", sentenció Guttman, artífice de la primera derrota en una final de la Copa de Europa del Barcelona -la del fallo de Ramallets- y del Real Madrid -en la que Eusebio después de ganar perseguía el autógrafo de Di Stéfano-. Y a fe que la maldición se ha cumplido, porque el equipo con más socios del mundo ha llegado hasta en siete ocasiones más a finales europeas y en todas ha sido derrotado. En seis de ellas por un solo gol de diferencia.

Incluso antes de la final de Copa de Europa de 1990 frente al Milan en Viena, ciudad donde está enterrado Guttman, Eusebio fue a visitar la tumba de su exentrenador para pedirle que dejara ganar la copa a los portugueses. El castigo dura ya medio siglo, y el Benfica se juega ahora la final de la Europa League ante el Sevilla. ¿Quién sabe si a la maldición como decía Borges de Cien Años de Soledad, "le sobran cincuenta"?.

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