El billete de 500 euros ha sido frecuentemente señalado como uno de los culpables de la crisis, y son numerosas voces las que lo han señalado como herramienta crucial en actividades opacas e ilegales. Sin embargo, también tiene sus defensores, que apuntan a que sin ellos la crisis financiera desatada en 2008 podría haber sido todavía más dura.
El debate sigue en la calle y es tan antiguo como el propio billete. Así lo afirmó la semana pasada Antti Heinonen, uno de los principales responsables de su existencia, tal y como recoge The Wall Street Journal. Heinonen fue el presidente del subcomité encargado de la creación de billetes del Instituto Monetario Europeo (IME), predecesor del BCE, entre 1996 y 1998. Posteriormente, entre 1998 y 2000, también fue el responsable de los billetes del BCE y hombre clave en la introducción del euro en 2002.
Heinonen explicó que entre los usos legítimos de los billetes de 500 euros, uno ha destacado por encima de todos: han servido de estabilizador durante la crisis financiera. Según él, tras el colapso de Lehman Brothers en 2008, la confianza en las entidades financieras se desplomó, e hizo que mucha gente buscara un refugio en el dinero en efectivo.
Ello disparó la demanda de billetes de euro, tanto dentro como fuera de la Eurozona. "No podríamos haberlo manejado sin el billete de 500 euros".
Precisamente por esta razón, los bancos centrales de la zona euro han decidido elevar sus reservas de billetes de 500 euros para poder afrontar una crisis similar si llega a darse el caso, continúa Heinonen.
Los billetes y la desconfianza en la banca
Heinonen hizo estas consideraciones en la presentación de su libro la semana pasada, en la que también recordó el debate que tuvo lugar hace más de una década. Antes de la creación del euro, seis países tenían billetes nacionales con valores superiores a 200 euros: Holanda, Bélgica, Austria, Italia, Luxemburgo y Alemania, siendo este último el que tenía el billete de mayor valor, el de 1.000 marcos, que equivalían a 510 euros.
En su momento, los representantes de estos países se enfadaron cuando se les sugirió que este tipo de billetes favorecía la economía sumergida. Ellos defendían que en sus países, muchos pequeños ahorradores preferían guardar su dinero en efectivo por la desconfianza que tenían sobre la banca. Y finalmente se impusieron, si bien el debate continúa.