La compra de WhatsApp por Facebook responde a uno de los movimientos más defensivos que se puedan contar. La adquisición del servicio de mensajería supone pagar 19 veces las ventas estimadas, ya que actualmente WhatsApp no genera beneficio y no se puede aplicar un multiplicador bursátil más coherente. La brutalidad de este multiplicador es más incomprensible cuando se piensa que las compañías cotizan de media a dos veces ventas y en un mercado de crecimiento como el tecnológico lo hacen a 4 veces.
Se puede defender como argumento a favor de WhatsApp que es la panacea de las actuales telecomunicaciones. Aunque ya hay quien lo discute cuando la moda es alabar a Telegram o Line, y, sobre todo, porque mucho más importante en bolsa es saber vender que comprar. A no ser que el motivo sea quedarte algo para que otro no lo tenga.
La compra de WhatsApp resulta tan incomprensible como debió ser el fichaje en 1958 de Puskas por el Real Madrid con 31 años y un rollizo sobrepeso por el que no le habían querido en Italia. Incluso el Manchester se planteó su fichaje tras el accidente de Munich, pero no se concretó. Parecía acabado un jugador que deambulaba por Europa después de que el fracaso de la Revolución Húngara del 56 le hiciera abandonar el Honved de Budapest, por lo que fue declarado traidor a la patria.
Para el prófugo de nada servía que había sido el claro líder del Aranycsapat, el equipo mágico húngaro, que propinó la primera derrota de Inglaterra en su isla frente a alguien del Continente. Aquel se considera uno de los sacrosantos partidos de la historia (3-6 en Wembley). El Madrid lo ficha por empecinamiento de Bernabéu ya que Saporta no lo quería por su gordura. Aunque la razón principal pudiera estar en aquello de "vamos a tenerlo nosotros antes que se lo quede el Barça y pase lo de Kubala", que había llegado en el 50 y había hecho por fin a los azulgranas campeones hasta la concesión administrativa de Di Stéfano.
El gordo Pancho, como le puso don Alfredo al rebautizarle como Francisco porque escopetero en húngaro no debía gustarle, se puso en su particular forma física y se ganó el afecto de la Saeta rubia, que ya le había dado al Madrid las dos primeras Copas de Europa. Puskas se quedó nueve años más en el Madrid y marcó 242 goles en 262 partidos (un registro que sólo supera Cristiano) y jugó otro de los sacrosantos partidos de la historia, el 7 a 3 frente al Eintracht Fráncfort. Marcó cuatro goles.