Un antiguo dicho latino afirma "lo que la natura no da, Salamanca no presta"; originalmente se atribuye a la respuesta de la Universidad de Salamanca a una petición de fondos de Cristóbal Colón para financiar su viaje a las Indias -que fue denegada, obviamente-, y con el paso del tiempo fue tomando una segunda interpretación, aludiendo a ciertas capacidades que son innatas en la persona, y que no se pueden dar en la práctica, según recoge el Instituto Cervantes.
Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo, dio una nueva interpretación a este proverbio: lo que Draghi no da, el mercado celebra.
El número uno de la máxima autoridad monetaria dio una nueva vuelta de tuerca a su mandato el pasado jueves, en una reunión que se preveía anodina: si bien no tocó los tipos de interés -que permanecen en el mínimo histórico del 0,5%-, por primera vez estableció una hoja de ruta al insinuar que podría seguir rebajando el precio del dinero, prometiendo "tipos de interés bajos, en el nivel actual o incluso menores", así como la posibilidad de "rebajar la facilidad de depósito a tasas negativas". Además, adelantó que en el comité del BCE había habido debate entre sus miembros para recortar los tipos en esta última reunión.
La insinuación de que el BCE recorrerá un camino distinto al que está trazando Ben Bernanke para la Reserva Federal dio a los inversores adictos a la liquidez el signo de esperanza que necesitaban. Para muestra un botón: el Ibex 35 experimentó el jueves una subida del 3,07%. De hecho, todas las plazas europeas terminaron la sesión con alzas superiores al 3%, siendo el selectivo portugués el que más rebotase (más de un 4%) después del calvario previo.
Sin embargo, las casas de análisis se lo han tomado con mayor cautela: "Esperamos que los tipos del BCE permanezcan sin cambios al menos hasta el fin de 2014, que es el consenso entre los economistas, pero creemos que la posibilidad de un recorte de tipos se ha incrementado", señalaban los expertos de Barclays.
Pesar portugués
Esta promesa de dinero gratis sirvió para reavivar unos mercados profundamente deprimidos por la conjunción de catástrofes que se han registrado esta semana: el golpe de Estado en Egipto, los escollos en las negociaciones de Grecia con la Troika y, singularmente, la crisis política en Portugal desatada tras la dimisión de los ministros de Economía y Exteriores.
De hecho, los únicos activos que han presentado una tendencia decididamente alcista en esta última semana han sido el dólar y el Brent. El primero, en su cruce contra el euro se ha apreciado un 1,38%, hasta los 1,2833 euros. Es el cambio más bajo para la moneda única contra el billete verde desde el pasado 29 de marzo. Pese a que Egipto no sea de los países que más contribuyan a las reservas de la OPEP, el riesgo de un nuevo contagio a otros países petroleros de Oriente Medio aupó a la referencia de precios del crudo europea hasta el 107,63%, acumulando una subida superior al 5% en los últimos cinco días.
Las tribulaciones del país vecino removieron recuerdos de la situación previa al rescate de Portugal: durante la sesión del miércoles, el PSI 20 se desplomó un 5,31%, la mayor caída en un solo día desde el 27 de abril de 2010. No obstante, la referencia que emitió más señales de alerta fue el bono luso a una década, que se ha despedido de la semana cotizando por encima de la línea roja del 7%, en el 7,129% concretamente, aunque en el intradía de la sesión del miércoles las ventas de papel portugués llevaron a la cotización del bono por encima del 8%.
El único aspecto positivo de esta situación fue la reacción -o más bien ausencia de ella- del bono español. A diferencia de crisis anteriores, donde se producía un claro efecto contagio, en esta ocasión el bono español a diez años no ha sufrido ventas masivas, como se puede observar en el gráfico. La referencia ha terminado la semana cotizando en el 4,655%, con la prima de riesgo -que llegó a los 310 puntos el miércoles- otra vez por la cota psicológica de los 300, en 294 puntos básicos concretamente. Esto se puede interpretar como que, por fin, los inversores están diferenciando entre países y muestran mayor confianza hacia la capacidad de solvencia de España.
Así las cosas, donde realmente pasó factura la crisis política lusa fue en la bolsa española: el pasado miércoles, el índice perdió los 8.000 puntos, cediendo un 1,67% aunque llegó a desplomarse cerca de un 3,5% en el intradía. En estas caídas influyó un factor adicional, la rebaja por parte de Moody's del rating de Popular en dos escalones -de Baa1 a Baa3-, junto con la amenaza de hacer ídem con la calificación de Sabadell.
Con este percal, el principal índice de la bolsa española se despide con una sorpresiva subida del 1,36% de una semana tremendamente volátil. Pues, si bien el jueves se recuperó de los números rojos del miércoles, el viernes volvió a reincidir -terminó la jornada con una caída del 1,67%-, porque los inversores optaron por aquello de más vale pájaro en mano que ciento volando y recogieron beneficios. En el cómputo anual, el Ibex ya se deja un 3,66 %, pero ya no está solo porque el EuroStoxx 50 ha entrado en pérdidas en los últimos días; retrocede un 1,51% en 2013.
Buen mal dato para EEUU
En una semana que ha sido atípica para EEUU -Wall Street cerró el 4 de julio para celebrar el Día de la Independencia-, el esperado dato de la tasa de paro fue más bien mediocre: un 7,6%, en línea con el mes anterior, frente al 7,5% previsto por el consenso de mercado que recoge Bloomberg.
La paradoja es que, en un entorno en el que los inversores prefieren las malas noticias porque así obligan a Bernanke a retrasar sus planes de retirada de estímulos, que el desempleo no cumpliera el pronóstico fue visto como una excusa para animar al mercado. Así, tanto el S&P 500 como el Dow Jones cotizaba a media sesión con tímidas alzas por encima del 0,6%, mientras que el Nasdaq subía un 0,46%.
En cambio, se ha prolongado el espectacular rally vendedor que lleva experimentando la renta fija estadounidense en las últimas semanas. El T-Note (bono a diez años) cotizaba al 2,71 %, en niveles previos a la histórica rebaja del rating de EEUU que efectuó S&P en agosto de 2011.